UN CRUENTO EPISODIO QUE OCURRIÓ UN 13 DE NOVIEMBRE DE 1992
Los crímenes de Alcàsser marcaron un antes y un después en España.
13 de noviembre de 1992. Toda
España se iba a estremecer. Esa noche Miriam, Toñi y Desiré fueron andando
desde Alcàsser hacia Picassent. Se dirigían a una discoteca para una fiesta del
instituto: Coolor. Pero cuando les quedaba poco para llegar, se subieron a un
vehículo. «Hay una abuela que las ve, a la que no se ha dado mucha importancia
–en la Prensa–, pero que fue la clave de la investigación. La señora, que ya
era mayor entonces, aseguró que había visto cómo se subían las tres
adolescentes, de 14 y 15 años, a la parte de atrás de un coche blanco pequeño de
tres puertas –había por tanto dos individuos delante– en la travesía de
Picassent a 500 metros de la discoteca a la que iban. Después, averiguamos que
el coche en cuestión era un Corsa, el vehículo de Ricart», relata a este
periódico José Miguel Hidalgo, capitán de la Sección de Homicidios, Secuestros
y Extorsiones de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil.
El lunes se cumple el 25
aniversario de los crímenes de Alcàsser, que marcaron un antes y un después en
la crónica negra de este país. Tanto, que en primavera se va a empezar a rodar
una película sobre este caso: «75 días», dirigida por Mar Romero.
Por aquel entonces, el capitán
Hidalgo acababa, como quien dice, de incorporarse a la unidad. Era muy
jovencito, pero no era su primer crimen. Llevaba dos años en esta unidad y este
caso, como a toda España, le marcó dada la «brutalidad» con la que se ensañaron
los autores. En casi 30 años de carrera profesional reconoce que «es uno de los
asesinatos más bestias por la brutalidad que se había empleado para ejecutar a
estas chicas, las torturas previas...». Le tocó hacer la inspección ocular
cuando encontraron los cuerpos de las jóvenes el 27 de enero en la zona de La
Romana (Tous, Valencia). Fue un apicultor quién halló los cadáveres. No estaban
siquiera bien enterradas, sobresalía uno de los huesos de la mano de una de las
crías.
Hidalgo, hastiado de tanta
rumorología que lleva acompañando este caso hasta nuestros días, no tiene duda
alguna de que los asesinos «fueron Antonio Anglés y Miquel Ricart y, en mi
opinión, algo ayudó uno de los hermanos menores de Anglés: Mauricio, que
colaboró llevándoles bocatas e informándoles de lo que se decía cuando
desaparecieron las jóvenes..., pero por su edad no se le pudo imputar». Todo lo
demás son rumorologías que lo único que han hecho «es hacer más daño si cabe a
las familias». Hidalgo recuerda que estos sujetos «eran unos choricillos de la
zona, trapicheaban con drogas, estaban siempre enredando con robo de vehículos
y demás. Anglés sí que había dado un salto cualitativo unos años atrás, cuando
retuvo en contra de su voluntad a una ex novia, a la que esposó y le dio una
paliza. Recuerdo que en esa época estaba huido de la justicia, en un permiso no
regresó a prisión». Para explicar por qué se pudieron subir las crías a ese
maldito coche cuando estaban a tan sólo unos 500 metros de su destino, Hidalgo
hace hincapié en que «no eran como los choricillos de la zona, eran chavales en
apariencia bien guapetes, arreglados...».
Los agentes hicieron el mismo
recorrido que las jóvenes. «Fuimos llamando puerta por puerta». La pista de la
señora mayor y el documento hallado a nombre de uno de los hermanos de Anglés,
Enrique (que psicológicamente no estaba bien), fueron las pistas principales.
«Los nuestros de Valencia nos dijeron que si la familia de Anglés tenía algo
que ver, el peligroso era Antonio, dado que otro hermano, Roberto, estaba en
prisión».
De hecho, «cuando se entra en
la casa familiar de los Anglés se va buscando a Antonio no al hermano (Enrique,
cuyo documento sobre la enfermedad venérea que tenía se halló en la zona, pero
fuera de la caseta). Antonio no está en la casa ni salta de la casa como se
llegó a especular. De hecho, mientras se está allí Anglés llama a la casa, que
estaba dividida. Una zona sin suelo y un oasis de limpieza en comparación con
la habitación de Kelly, la hermana de Antonio, a la que llama y le deja el
siguiente mensaje en el contestador para Ricart: Oye Kelly dile al Rubio que se
junte conmigo en tal sitio. Luego el Rubio, que no había recibido ningún
mensaje, va a la casa, donde es detenido, luego vinieron Kelly, el novio...».
Ricart nunca confesó,
«únicamente reconoció que subió a las niñas al coche y que vio cómo las asesinó
Anglés. Él dice que no se atreve, que no llegó a violarlas... pero sí que
relata cosas que únicamente puede contar alguien que había estado ahí, como que
Anglés intentó rematar a una en la nuca y se le encasquilló la pistola, porque
las remataron a tiros... el cartucho percutido fue encontrado en la inspección
ocular o que Mauricio les apoyó». Estos detalles fueron fundamentales para que
Ricart que «cuando pasaron los hechos tenía pareja y un bebé» fuera condenado a
170 años de prisión. Después, con la aplicación de la doctrina Parot, salió de
la cárcel. Lo último que se sabe de él es que este individuo está fuera de
España.
Anglés, en cambio, sigue
desaparecido desde entonces. La última pista de él se desdibuja. Se cree que se
subió a un barco, al City of Plymouth, que «salió de Liverpool con destino a
Lisboa, y que hizo parada en Leixoes, Bilbao y Dublín. Yo no lo tengo claro, la
verdad, porque se ha basado todo por la declaración de un yonqui, quién sabe si
alguien le pagó para que dijera eso». Aunque la investigación la dirigió la
Guardia Civil, esa parte la llevó la Policía Nacional, algo que hoy no pasaría.
«En el barco iba un polizón, no se sabe sin Anglés u otra persona, escondido en
la sala de motores del almacén de Proa. Según la declaración del capitán, se
ordenó a la tripulación que aislaran al polizón que se había escondido en el
almacén de Proa. Se dijo que se le encerró con cerrojo. Sin embargo, ese
individuo, fuera o no Anglés, nunca llegó a puerto. La muerte de Anglés es una
conjetura». En concreto, según el documento que nos enseña, el capitán declaró
que: «La mañana siguiente hallamos una bolsa en la cubierta de proa y contenía
los efectos personales del polizón, también descubrimos que un chaleco
salvavidas había desaparecido del barco, no sé de dónde habían cogido el
chaleco, pero el barco normalmente tiene 24 chaleco y sólo había 23. Además
faltaba una cuerda de popa. Aquella mañana se encontró un chaleco salvavidas en
la bahía de Dublín, era del barco...».
Los enseres que se dejó el
polizón en el barco eran: «una bolsa, un walkman-compact disc, varios discos,
una botella de agua, un mapa mundial, tabletas de proteínas, dos mecheros,
cigarrillos, un tubo de pomada», enumera Hidalgo. En este punto, se asombra:
«Yo creo que Anglés no fumaba...». Un dato a tener en cuenta, máxime cuando la
hermana de Antonio, Kelly, negó que fumase en una carta publicada años atrás.
En cualquier caso, lo importante es que nunca se pudo confirmar que subió al
barco, si se ahogó o si llegó a puerto, incide el capitán Hidalgo que afirma
que el bote salvavidas Géminis del barco también desapareció. De ahí que este
individuo siga hoy en busca y captura. «Hoy se podría hacer la prueba de ADN
con los enseres que fueron hallados en el barco para poder afirmar si eran o no
de Anglés, entonces esa técnica no existía». Le preguntamos qué pasó con dichos
enseres, aunque repasa todos los archivos que guarda del caso, no halla
respuesta.
Es, junto con la desaparición
de Anglés, de los pocos interrogantes que quedan de este caso que tanto marcó a
la sociedad española. Hoy, 25 años después, «los ciudadanos siguen denunciando
su “avistamiento”». Y no hace falta irse muy atrás en el tiempo. «El pasado 5
de octubre nos llegó una nota desde la oficina de coordinación policial de
Barcelona. Un ciudadano denunció haber visto a Anglés en Cataluña. Los Mossos
realizaron las gestiones con resultado negativo». Hidalgo recuerda otro aviso
en Japón. «Dos ciudadanas españolas que residen en Tokio aseguraron haberle
visto en una estación de tren. Lo denunciaron en la Embajada a principios de este
año o finales de 2016. Se hicieron investigaciones, pero se descartó». De haber
sido creíble se hubieran desplazado. «Hemos ido a Argentina, Chile, Bolivia,
Uruguay, Paraguay, México, EE UU (Miami, en concreto), Brasil (varias
veces)....». «En los últimos tres o cuatro años no se ha ido fuera para
verificar alguna pista que yo recuerde». Pero a pesar de los esfuerzos, parece
como si a Anglés, el que fuera el enemigo público número uno, se le hubiera
comido la tierra.
LOS PROTAGONISTAS DEL CASO
Desiré, Miriam y Toñi:
violadas y torturadas hasta la muerte
Las niñas, de 14 y 15 años,
desaparecieron la noche del viernes 13 de noviembre de 1992 cuando se dirigían
haciendo autoestop a una discoteca de la vecina localidad de Picassent, donde
se celebraba una fiesta del instituto. Dos meses después, sus cuerpos fueron
descubiertos por unos apicultores. El forense constató que habían sido violadas
y sometidas a los más horribles suplicios hasta la muerte.
Miguel Ricart, el único
condenado por el triple crimen
El único condenado por el
triple crimen de Alcàsser continúa en paradero desconocido tras huir del acoso
periodístico y de la vigilancia policial tras salir de la cárcel en 2013
gracias a la aplicación de la doctrina Parot. Estuvo 21 años entre rejas cuando
tenía una condena de 170 años. Siempre ha defendido su inocencia.
De padre coraje a estafador
Fernando García, padre de
Miriam García, pasó de convertirse en un «padre coraje» a ser investigado por
malversación y estafa al utilizar ilícitamente fondos de la fundación que creó
para investigar el caso. También fue condenado a pagar 14.634 euros de multa e
indemnizaciones por 270.000 euros por haber descalificado al fiscal, a los
forenses y a cuatro agentes de la Policía en un programa emitido en 1997 mientras
se desarrollaba la vista oral contra el autor del crimen.
Fuente: La Razón de España
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