RITUALES SINIESTROS PARA CONTROL SOCIAL Y MANTENER EL PODER
El
estudio de casi un centenar de culturas demuestra que estos terribles rituales,
lejos de aplacar la sed de sangre de una divinidad, ayudaban a mantener el
poder y la jerarquía social
Los
sacrificios humanos rituales han sido una práctica común en múltiples culturas
a lo largo de la Historia. Sus víctimas han perecido en la hoguera, lapidadas,
desmembradas, ahogadas o decapitadas, en un largo catálogo de formas de matar
destinado a apaciguar a los dioses. Pero el objetivo último de estas
terroríficas prácticas era otro, mucho más mundano que una divinidad de
temperamento caprichoso sedienta de sangre. Investigadores de la Universidad de
Auckland en Nueva Zelanda, con la ayuda de otros colegas de su país,
autralianos y alemanes, han llevado a cabo un estudio que demuestra que los
sacrificios resultaban una pieza fundamental en el mantenimiento de la parte
superior de la jerarquía social en el poder.
«La
religión se ha considerado tradicionalmente como un motor clave de la moralidad
y la cooperación, pero nuestro estudio revela que aquellos rituales tuvieron un
papel más siniestro en la evolución de las sociedades modernas», dice Joseph
Watts, de Auckland, autor principal del estudio, que se publica en la revista
Nature.
Watts
y su equipo utilizó métodos informáticos de investigación derivados de la
biología evolutiva para analizar los datos históricos de 93 culturas austranesias,
que comparten una lengua ancestral común. Este pueblo se originó en Taiwán y se
propagó por todo el Pacífico en una de las mayores migraciones de la historia
de la humanidad, extendiéndose desde Madagascar hasta la Isla de Pascua el sur
de Nueva Zelanda. Resulta que la práctica del sacrificio humano era
generalizada en toda Austronesia antes del contacto con las naciones
industrializadas modernas: 40 de las 93 culturas incluidas en el estudio
practicaban alguna forma de matanza humana ritualista.
Los
métodos de sacrificio eran de lo más variados, incluidos la hoguera, el
ahogamiento, la estrangulación, la lapidación, la decapitación, el
aplastamiento o el desmembramiento. Las víctimas eran por lo general de baja
condición social o esclavos, mientras que los instigadores solían ser personas
de alto estatus social, como sacerdotes y jefes.
El
estudio dividió a las 93 culturas diferentes en tres grupos principales de
alta, moderada o baja estratificación social. Se encontró que las culturas con
el más alto nivel de estratificación eran más propensas a practicar sacrificios
humanos. De las culturas con la estratificación moderada, menos de la mitad se
dedicaban a estos martirios, mientras que en las sociedades más igualitarias
estas prácticas eran mucho menos comunes.
Control
social
«Con
estos sacrificios humanos para castigar violaciones de los tabúes, desmoralizar
a la clase baja e infundir miedo, las élites del poder fueron capaces de
mantener y construir control social», explica Watts. El sacrificio humano era
utilizado para preservar el poder, con la excusa de un deseo sobrenatural.
«Los
sacrificios humanos proporcionan un medio particularmente eficaz de control
social. Debido a una justificación sobrenatural para el castigo, los
gobernantes -como sacerdotes y jefes-, se creían a menudo descendientes de los
dioses y el sacrificio humano ritual era la demostración definitiva de su
poder», indica Russell Gray, coautor del estudio.
Una
característica única de las investigaciones con métodos computacionales
evolutivos permitió al equipo reconstruir la secuencia de los cambios en los
sacrificios humanos y la situación social en el transcurso de la historia del
Pacífico. Esto permitió al equipo probar si el sacrificio precedió o siguió a
un cambio en el estatus social. «Encontramos que el sacrificio fue la fuerza
motriz, haciendo a las sociedades más predispuestas a aceptar la existencia de
un estatus social alto y menos a volver a una estructura social igualitaria»,
señala el coautor Quentin Atkinson.
ABC
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