jueves, 9 de julio de 2009

NIDO DE ESPIAS

HISTORIAS DE ESPIAS

TOMÁS ALCOVERRO

Beirut ha sido uno de los legendarios nidos internacionales de espías, sobre todo en los años de la Guerra fría, con rocambolescos agentes como Philby, con sus escenarios novelescos como el Hotel Saint George, ante cuya fachada muy destrozada por las incesantes batallas se perpetró el atentado del 2005 nunca esclarecido contra el potentado Rafic El Hariri, ex primer ministro libanés.
Es notorio que sólo escrutando las guerras subterráneas a que se libran las innumerables redes de espionaje —sean israelíes, sirias, persas, palestinas, árabes, europeas, rusas— se puede entender la compleja realidad fragmentada de este paraíso infernal de los 'mojabarats' o agentes secretos. Desde hace unas semanas, no hay día sin que el Ministerio del interior anuncie la detención de espías por cuenta de Israel que trataban de infiltrarse en la organización chií de Hizbulah, que intentaban suministrar datos sobre sus dirigentes —incluso sobre el bien guardado secreto del paradero de su secretario general, el jeque Nasrala— y fotografías de las viviendas de algunos políticos y jefes de los múltiples servicios de seguridad, incluyendo los palestinos.
El ejército, las Fuerzas de Seguridad Interior y el servicio de inteligencia de Hizbulah han cooperado en el desmantelamiento de estas células de espionaje desde el mes de abril. Uno de los agentes desenmascarados era nada menos que Adidi Alam, un general retirado que había proporcionado informaciones sobre los objetivos que fueron bombardeados por los israelíes en la última guerra del estío del 2006.
El militar libanés poseía muy sofisticados aparatos como un GPS muy perfeccionado, teléfonos internacionales israelíes, diverso material de transmisiones. Las células descubiertas estaban constituidas por dos o tres personas y no mantenían contactos entre sí. El general Achrat Rifi, al frente de las Fuerzas de Seguridad Interior ha desvelado que estos agentes habían sido reclutados entre los años 1980 y 1990, recibían cinco o siete mil dólares por cada misión y viajaban de vez en cuando a París, Estambul Budapest o incluso a Israel provistos de pasaportes falsificados para encontrarse con los responsables israelíes de inteligencia. Uno de los detenidos ha confesado que tenía que atravesar, guiado, una zona fronteriza plantada de minas a la ida y a la vuelta de su viaje al Estado judío. Han sido aprehendidos una veintena de espías, tanto cristianos como musulmanes, entre ellos un profesor de matemáticas, un carnicero o un vendedor de teléfonos móviles, además del general retirado. Dos otros sospechosos de espionaje se escaparon con sus familias a Israel.
El golpe definitivo contra estas actividades fue llevado a cabo, según el general Rifi, gracias al hallazgo de " un secreto técnico" que permitió desmantelarlas. Los detenidos pueden ser condenados a cadena perpetua o a pena capital. El jeque Nasrala ha reclamado la ultima pena, exigiendo a la Justicia que no se comporte con indulgencia con "aquellos que han colaborado a derramar la sangre de los libaneses".
En un filme que se exhibe estos días en Beirut, titulado 'Shoila Cohern', que cuenta la verdadera historia de aquella mujer judía que vivía en El Líbano en los años sesenta y que fue también una espía del Mossad, el espectador se sorprende de la magnanimidad con que entonces actuó la Justicia libanesa, permitiendo incluso su canje, tras la guerra de los Seis días de 1967, cuando en otros países árabes como Siria hubiese sido ahorcada o condenada a muerte sin contemplaciones.
En un país que padece tantas injerencias extranjeras, es lógico que las redes de espionaje sean tan activas. A medida que se acerca el escrutinio del 7 de junio, el desmantelamiento de estas redes o el anuncio de maniobras militares de Israel en la región fronteriza al concluir el mes sirven para dramatizar estas jornadas preelectorales

Fuente: La Vanguardia de Barcelona (España)


No hay comentarios:

Publicar un comentario