Los testigos de Jehová temen que el Gobierno se haya
propuesto liquidar la totalidad de sus 2.200 grupos religiosos.
Se pide a la Justicia que prohíba por extremista toda la
actividad de esta organización religiosa que cuenta con 175.000 seguidores en
el país
El Gobierno ruso ha puesto en su punto de mira a los
testigos de Jehová y ha pedido a la Justicia que prohiba por extremista toda la
actividad de esta organización religiosa que cuenta con 175.000 seguidores en
el país. Informa Arturo Escarda/Efe.
El Ministerio de Justicia ha solicitado al Tribunal
Supremo la prohibición del Centro de dirección de los testigos de Jehová en
Rusia tras investigar su actividad, que considera "contraria a las leyes
rusas y a los propios estatutos de la organización".
"No entendemos qué objetivo persiguen las
autoridades. Se mire por donde se mire, nos parece un sinsentido. Creemos que
se trata de una equivocación que finalmente se quedará en eso, y el Ministerio
de Justicia retirará su demanda", dijo a Efe el portavoz de la comunidad
religiosa en Rusia, Iván Belenko.
Los testigos de Jehová temen que el Gobierno se haya
propuesto liquidar la totalidad de sus 2.200 grupos religiosos y 400
organizaciones locales.
Todo apunta, sin embargo, a que tienen los días contados
en este país, toda vez que eÌ Supremo ya respaldó en el pasado su prohibición
en varias regiones y ciudades.
En todos los procesos judiciales contra la organización,
las autoridades le han incriminado el almacenamiento y difusión de literatura
religiosa de carácter extremista.
"Todas las decisiones judiciales contra nosotros se
basan en una única acusación: que algunos de nuestros libros y discursos están
en la lista de literatura extremista que existe en este país", explicó
Belenko.
Denunció que las decisiones de incluir a unas u otras
publicaciones en la lista negra "se tomaron en base a opiniones de falsos
expertos y sentencias judiciales dictadas a espaldas de los creyentes".
Una cita del filósofo español Miguel de Unamuno estuvo a
punto de convertirse en motivo legal para prohibir una de sus organizaciones
territoriales, según el portavoz de los testigos de Jehová.
"Unamuno escribió que para creer en la inmortalidad
del alma hay que desearlo, y el deseo debe ser tan fuerte como para silenciar
la voz de la razón. Incluimos la cita en un discurso y la Fiscalía nos acusó de
extremistas. Sólo a última hora alguien paró la denuncia, seguramente por
respeto al filósofo", recordó Belenko.
La noticia, sin embargo, llegó a los medios de
comunicación oficiales, que en los últimos años se han subido a la ola
propagandística que ensalza a la Iglesia ortodoxa rusa y critica a movimientos
religiosos minoritarios como los testigos de Jehová o los Mormones.
"Cada vez que los medios informan de que algunas de
nuestras publicaciones han sido incluidas en las listas de literatura
extremista, nuestros creyentes son víctimas de actos violentos por parte de
radicales", se quejó Belenko.
El presidente de la Asociación rusa para el Estudio de
Religiones y Sectas, Alexandr Dvorkin, considera que los testigos de Jehová son
una secta que crea en torno a sus seguidores su propio mundo, un entorno
aislado del resto de la sociedad.
Dvorkin también ha criticado y ha tachado de sectas a los
Mormones y a la Iglesia de la Cienciología, prohibida por la Justicia rusa en
noviembre de 2015.
La campaña contra las sectas coincide con un alza sin
precedentes en más de un siglo de la religiosidad entre los rusos, aunque menos
del 10 % de los ciudadanos acuden regularmente a la iglesia, según estudios del
prestigioso Centro Levada.
Ahora que los ortodoxos deben observar el gran ayuno de
la Cuaresma, tan sólo un 3 % de los rusos siguen con rigor las restricciones en
la alimentación previas al Domingo de Resurrección.
Hace muchos años que el Kremlin va de la mano con la
Iglesia ortodoxa rusa en la defensa de los valores tradicionales, mientras
acusa a Occidente de ser una sociedad depravada que ha perdido su identidad por
tolerar los matrimonios homoãexuales y por permitir la entrada descontrolada de
inmigrantes que profesan otras creencias.
La Razón
A. Escarda. Moscú.
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