LA HISTORIA DISCUTIBLE
El descubrimiento de vestigios prehispánicos en
excavaciones realizadas en la Avenida Argentina, en lo que correspondía al
antiguo estero de Las Delicias, permite derribar algunos mitos respecto al
proceso de conquista que se llevó a cabo hace más de cinco siglos.
Por lo mismo, corresponde diferenciar lo que realmente
sucedió con el relato de estos hechos. En ese sentido, contamos con solo una
parte de la historia, aquella que fue contada por los españoles con una doble
intencionalidad: primero, trascender en el tiempo por intermedio de un relato
épico y, segundo, obtener la gracia y compensación del monarca. Los nativos, en
cambio, al no tener desarrollada la escritura, no dejaron testimonio de cómo
realmente fue el proceso visto por los sometidos.
Lo interesante es que después de tanto tiempo, algunos de
estos mitos perviven en la memoria colectiva a tal punto que personajes casi
mitológicos como Lautaro o Colo Colo, cuya existencia, desde el punto de vista
histórico, resulta más que cuestionable, han sido considerados como parte del
panteón de los héroes nacionales.
En esta misma línea, el relato de la conquista que nos
llega a través de los cronistas hispanos induce a creer que ellos iniciaron la
fundación de ciudades a partir de la nada lo que, desde una perspectiva lógica,
resulta discutible.
Si la conquista pudo tener el éxito que tuvo, no fue ni
por los caballos, ni por las armas de fuego, ni tampoco por las armaduras que
protegían a los conquistadores. Los españoles pudieron ejecutar el control del
territorio gracias a la presencia de indios amigos, tribus que habían sido
sometidas por los aztecas en el norte, los mayas en el centro de América y los
incas en el sur. Para estos indígenas los españoles fueron una oportunidad para
salir de ese control y vengarse de todos los abusos que implicaba el
sometimiento de un grupo hacia otro.
Sin embargo, esta es una historia políticamente
incorrecta. Desde la llegada de Colón hasta el día de hoy, hay una lucha entre
una mirada idealizada y una leyenda negra de la conquista, siendo esta última
la que pervive con más fuerza y que trata de imaginar una América prehispánica
como una especie de Edén que fue interrumpido, de forma abrupta, por la llegada
del hombre civilizado.
Lo cierto es que, para la mayoría de los indígenas,
aquellos que estuvieron sometidos al imperio azteca o incaico y luego al
imperio español, su vida siguió siendo, después de la conquista, tan miserable
como lo era antes de 1492.
También desde un punto de vista lógico, no tenía sentido
que los españoles quisieran comenzar el surgimiento de ciudades a partir de
cero. Aún antes de que se encontraran estos vestigios, tanto en Santiago como
en Valparaíso, es comprensible que los europeos hayan aprovechado el
conocimiento y experiencia de los nativos para ubicarse en zonas con acceso a
agua, comida y rutas de entrada y salida.
No debemos olvidar que la conquista hispana fue una
empresa privada en la que los conquistadores se jugaban su patrimonio y futuro.
No había espacio para asumir riesgos innecesarios como podría haber sido
apostar por un espacio respecto del cual no existían referencias. Había que
ubicarse donde estaban los indios, no solo porque tenían el conocimiento del lugar,
sino además porque sus manos eran útiles para el servicio de la Corona.
Ya era conocida la presencia de tribus changas en la
bahía de Valparaíso, hombres que sobrevivían gracias a la pesca y que,
seguramente, vivían bajo el control de los incas. Por esto no es raro que se
encuentren más restos como los que ya se han encontrado en el centro de
Santiago o en la plaza O´Higgins. Es difícil pensar que no haya conexión entre
estos vestigios y lo que hemos visto en la Plaza de Armas de la capital. Y, coherente
con esto, es dudoso que hayan sido los españoles quienes establecieron la
conexión entre el puerto de Valparaíso y la ciudad de Santiago.
Finalmente, pero no menos importante, queda como tarea
para las autoridades preservar estos vestigios en armonía con las obras
modernizadoras que se están emprendiendo, para reconstruir una historia de la
que solo tenemos una parte.
Facultad de Artes Liberales
Universidad Adolfo Ibáñez
Por Gonzalo Serrano del Pozo *
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