Los teólogos musulmanes disputan la legitimidad religiosa de los
levantamientos armados radicales, aunque no existe una autoridad suprema que
pueda zanjar la cuestión
Las guerras de religión en Europa
entre católicos y protestantes fueron superadas hace muchos siglos, gracias a
un desarrollo de la doctrina cristiana respecto a la tolerancia. El fenómeno de
las cruzadas debe, en cambio, situarse en otro contexto histórico. La idea de
las cruzadas surgió como respuesta a las tropelías cometidas por los califas de
Egipto y de Siria contra los cristianos y los lugares santos, ya desde
comienzos del siglo XI.
Tanto las «guerras de religión cristianas»
como las cruzadas son fenómenos del pasado, pero el equivalente musulmán, «la
yihad», ha estado siempre presente desde Mahoma, y ha cobrado nuevo vigor desde
hace décadas. El término árabe yihad, traducido en Occidente como «guerra
santa», es uno de los vocablos más utilizados desde el resurgir de los
movimientos islamistas armados en todo el mundo. Su invocación, sin embargo,
está llena de trampas y ambigüedades. Para algunos expertos, la presencia en el
islam de ese concepto no es compatible con el mensaje general de la religión de
Mahoma, que significa «sumisión» pero también «paz y tolerancia». Para otros,
la yihad coránica se refiere de modo inequívoco al esfuerzo bélico que
constituye un derecho, y a veces un deber, de la comunidad musulmana.
¿Qué significa yihad?
El término deriva, según Samir
Khalil Samir, de la raíz j-h-d, que en árabe evoca la idea de esfuerzo, en
general bélico. Cuando el Corán utiliza el término yihad lo hace siempre en un
contexto de la lucha de los creyentes por Dios.
Algunos eruditos musulmanes
subrayan la prevalencia de los numerosos versículos del Corán que honran a «los
pacíficos». Otros en cambio creen que es legítima la «guerra santa» en términos
bélicos, debido a la preeminencia que en general se concede al Versículo de la
Espada en el Corán. Las opiniones están muy repartidas y, como ocurre con otros
aspectos del islam, la inexistencia de una autoridad suprema hace muy difícil
zanjar la cuestión y establecer una doctrina única para todos los musulmanes.
Pero ¿es aceptable entender la
«guerra santa» como una ascesis, una lucha espiritual?
Sí. Es una de las acepciones del
término. Algunos eruditos, sobre todo occidentales, establecen una distinción
entre la «gran yihad» y la «pequeña yihad». La primera sería similar a la lucha
ascética cristiana: la pelea contra las propias pasiones desordenadas, la
soberbia, el egoísmo, etcétera. La segunda sería, en cambio, la lucha armada
que lleva a cabo la comunidad musulmana para defenderse de un enemigo exterior.
Cabe en esa acepción también la guerra preventiva.
En el segundo caso ¿quién
dictamina la obligación de hacer la guerra?
La declaración debe partir de la
máxima autoridad religiosa de una determinada comunidad musulmana. El último
decreto de yihad lo ha suscrito el Gran Ayatolá de los chiíes de Irak, Ali
Sistani, que ha convocado a las armas a la población ante la ofensiva de los
rebeldes suníes. Al llamar a la «guerra santa» ha otorgado a la lucha armada un
carácter religioso, que premia con el paraíso a quienes caigan en combate. Esto
recuerda que la yihad no se dirige solo contra los «infieles». También -y hoy
es lo más habitual- puede decretarse contra otra comunidad musulmana. Para
hacerlo es necesario que antes el líder musulmán declare a quienes va a combatir
como ateos, incrédulos, «kafir» en árabe. Este fue el caso, recíproco, de la
guerra Irán-Irak, de la actual guerra civil en Siria, o del levantamiento de Al
Qaida contra el régimen saudí. El régimen de Sadam Husein era laico; cuando
declaró «kafir» al iraní, cambió su bandera para inscribir en ella el lema
«Allahu Akbar», Dios es el más grande; a partir de ese momento la guerra de
devastación contra los iraníes se convirtió en una obligación religiosa.
¿Qué motiva a los combatientes de
la yihad?
Los participantes de la «guerra
santa» -llamados yihadistas o muyahidines, los que hacen la yihad- están
motivados por el fanatismo ideológico que les lleva a desear combatir por la
defensa y la extensión del islam en todo el mundo. Cada vez son más los milicianos
extranjeros que combaten como brigadistas internacionales en cualquier yihad
que estalla en el mundo. Los intereses nacionales son, para ellos,
completamente marginales frente al interés global del islam. En ese sentido se
diferencian de combatientes musulmanes nacionales, como los fedayines
palestinos o incluso los talibanes, que no buscan la expansión mundial sino
solo volver a controlar Afganistán.
Foto: Tunecino fanático religioso abatido en Italia dijo en grabación: «Si estáis en Europa, combatid a estos cerdos
cruzados»
¿Justifica la yihad el terrorismo
y el suicidio de los islamistas kamikazes?
El Corán hace una sola referencia
al suicidio, para condenarlo de modo categórico. Esa ha sido también la
tradición islámica hasta fechas recientes. En la actualidad, el debate está
abierto y las diferentes escuelas teológicas del islam defienden posturas
contrapuestas. Son, no obstante, muchos los eruditos y jefes religiosos que
defienden la licitud moral del suicidio de los terroristas cuando declaran
hacerlo por una «causa islámica». Para esos ulemas el fin -la defensa de una
comunidad musulmana «amenazada»- justifica cualquier tipo de medios.
Fuente: ABC - 23.12.2016
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