LA “REGIÓN ANTÁRTICA FAMOSA” DE ERCILLA
Por La Prensa Austral
Según Ercilla, Chile se
ubica en la “Región Antártica Famosa”. ¿Cómo se hace posible esta frase en el
siglo XVI? Mediante un estudio de la geografía vigente en la época de Ercilla,
el siguiente trabajo da cuenta de la concepción del mundo en aquellos tiempos y
de la idea que los europeos tenían de los polos durante aquel siglo. Junto con
esto, sostiene que la referencia a la “Región Antártica” era común entre los
escritores de entonces, según consta en otras obras que aquí se citan.
“… Aunque no está en mayor
altura que de veinte y cinco a cuarenta y dos grados, que tiene este reino de
longitud yendo de norte a sur, con todo eso es el más allegado al polo
Antártico llamado medio día, que hay en todas la América, porque la tierra que
va más adelante acercándose al dicho polo austral o es despoblada o por
descubrir; la cual se va prolongando por el largo estrecho de Magallanes…”,
descripción del Reino de Chile del cronista Pedro Mariño de Lovera.
No es extraño que Ercilla haya
descrito a Chile como “fértil provincia, y señalada en la región Antártica
famosa”. Su referencia era esperable y típica de su tiempo. Los ecos antárticos
también se dejaron sentir en otras obras épicas de la época. Pedro de Oña, se
refirió al “Antártico hemisferio”, en su “Arauco Domado”, aparecido en Lima en
1596. Juan de Miramontes y Zuazola escribió sus “Armas Antárticas”, cuya
escritura se estima que fue realizada entre 1608 y 1615, donde alabó a
conquistadores como Francisco Pizarro y Diego de Almagro, a quienes se llamó
“terror de las antárticas regiones”.
“La región antártica atraía a
poetas y conquistadores por igual, cada uno de ellos seducido por los relatos
de aventuras, conquistas y descubrimientos que llenaban los anales del Imperio
Español, sobre el cual siempre brillaba el sol y que abarcaba el océano Austral
y la eternidad misma de los hielos antárticos”, sentencia César Gamboa.
En un pasaje famoso de su obra
maestra, Cervantes alabó e inmortalizó la obra de don Alonso de Ercilla y
Zúñiga, publicada en tres volúmenes aparecidos en 1569, 1578 y 1589
respectivamente. Sobre “La Araucana” y otros dos libros (“La Austriada” y “El
Monserrate”), el príncipe de los escritores españoles sentenció que “son los mejores
que en verso heroico en lengua castellana están escritos, y pueden competir con
los más famosos de Italia”, agregando que se deben guardar “como las más ricas
prendas de poesía que tiene España”. Tal llegó a ser el prestigio que alcanzó
el poema épico de Ercilla, escrito entre “las vicisitudes y fatigas de la
guerra, entre combate y combate, en los descansos que seguían a las marchas, en
los ocios forzados de las guarniciones”, es decir, en circunstancias difíciles
y penosas, con materiales muchas veces improvisados.
En su conjunto, “La Araucana”
es mucho más que una obra literaria, pues se ha comprobado que su contenido es
también histórico y sus descripciones geográficas se ajustan con realismo a los
paisajes descritos, en general bien conocidos por el autor, quien vivió entre
1533 y 1594. Según José Toribio Medina, “Ercilla sólo a sí mismo, a los
paisajes que le rodeaban y a los actores entre los cuales se movía, debe única
y exclusivamente la mejor producción de su talento y su timbre inmortal de gloria”.
No obstante, este juicio sobre sus fuentes no parece suficiente al considerar
que el poeta miraba y describía el mundo según los conceptos y las ideas
propios de su época, que conoció el auge máximo del Imperio Español.
Alonso de Ercilla tuvo la suerte
de nacer en el seno de una familia bien acomodada, hijo de Fortun García de
Ercilla, un famoso jurista conocido en el extranjero como el Sutil Español. El
padre murió cuando el joven Alonso contaba recién poco más de un año, sin
afectar la fortuna familiar que era cuantiosa. El prestigio de su familia
explica que su madre, Leonor Zúñiga, no encontrara gran dificultad para que su
hijo fuera nombrado paje del príncipe Felipe de Habsburgo, siendo todavía un
niño.
La circunstancia de estar al
servicio del futuro monarca Felipe II permitió que el joven Alonso tuviera
oportunidad de viajar por las principales ciudades de Europa, donde conoció a
importantes personalidades de su época. Entre sus viajes, uno especialmente
importante fue el que lo llevó a Londres en julio de 1554, cuando Ercilla tenía
21 años. En aquella ocasión acompañaba la comitiva del príncipe Felipe, quien
se dirigía a contraer nupcias con la reina María Tudor.
Mientras se encontraba en
Londres, llegaron a Europa las noticias del asesinato de Pedro de Valdivia y la
sublevación de los araucanos en Chile. Al mismo tiempo, la competencia por el
título de gobernador llevó a Jerónimo de Alderete hasta la capital inglesa con
la finalidad de solicitar del Príncipe Regente de España el mando de la
Capitanía General de Chile. Allí, Alderete conoció a un joven Alonso de Ercilla
a quien deleitaba al hablar sobre “las bellezas de estos países, las
penalidades de la conquista, el valor indomable de los indios de Chile y el
campo de hazañas, de glorias y de riquezas que aquí se abrían al heroísmo y a
la pasión de los castellanos por las lejanas aventuras”.
Estos relatos despertaron en
Ercilla un profundo entusiasmo, que lo llevó a solicitar permiso para partir
junto a Alderete, a quien se había designado en Londres como nuevo gobernador
de aquella lejana y épica provincia de Chile, que tan bien describió con el
poderoso español que gestó su obra.
Es Chile norte sur de gran
longura
costa del nuevo mar, del Sur
llamado;
tendrá del este a oeste de
angostura
cien millas, por lo más ancho
tomado;
bajo del polo Antártico en
altura
de veinte y siete grados.
Prolongado
hasta do el mar Océano y
Chileno
mezclan sus aguas por angosto
seno.
Y estos dos anchos mares, que pretenden,
pasando de sus términos,
juntarse,
baten las rocas y sus olas
tienden;
mas esles impedido el
allegarse;
por esta parte al fin la
tierra hienden
y pueden por aquí comunicarse:
Magallanes, señor, fue el
primer hombre
que, abriendo este camino, le
dio nombre.
Con aquellas palabras, Ercilla
no se alejó un ápice de lo que, en realidad, constaba en los documentos
oficiales de la época sobre Chile. Por ejemplo, las Actas del Cabildo de
Santiago, fechadas en 14 de febrero de 1554, atestiguan que la Capitanía
General de Chile se extendía hasta el Estrecho de Magallanes. En la primera
Real Cédula entregada a Jerónimo de Alderete, también se reafirmó que la
Gobernación entregada a Pedro de Valdivia se extendía hasta el Estrecho de
Magallanes. Sin embargo, en la segunda Cédula, fechada el 29 de mayo de 1555,
se entregó un mandato especial de avanzar más allá del Estrecho y tomar
posesión de la tierra:
… y porque nos deseamos saber
las tierras y poblaciones que hay de la otra parte del dicho Estrecho, y
entender los secretos que hay en aquella tierra, vos mando que de las dichas
provincias de Chile enviéis algunos navíos a tomar noticia y relación de la
calidad de aquella tierra y de la utilidad de ella… y proveeréis que se tome
posesión en nuestro nombre de las tierras y provincias que caen en la
demarcación de la corona de Castilla.
El conocimiento geográfico que
Jerónimo de Alderete exhibe en sus negociaciones con la corona y los contactos
que mantuvo con Ercilla en Londres hacen muy probable que este experimentado
conquistador haya sido la primera fuente del conocimiento geográfico del
ilustre poeta español. De hecho, la descripción de Chile escrita por Ercilla
parece ajustarse a los términos de la Real Cédula expedida en favor del
gobernador Alderete, que nunca llegó a ejercer su cargo.
En cualquier caso, la
utilización del Polo Antártico en su descripción no era una novedad en su
época. Por ejemplo, la “Suma de Geographia”, de Martín Fernández de Enciso,
obra que se puede considerar como texto español oficial sobre la geografía del
mundo ofrece una representación de la tierra, dividida por dos trópicos o
círculos, desde el Ecuador hacia los polos.
Esta esfera según cosmografía
y geografía se reparte en cinco zonas: la una se llama equinoccial, la cual
parte la esfera por medio en dos partes iguales, y llámase equinoccial porque
las partes en que ella divide a la esfera son iguales porque tanto hay desde la
equinoccial al polo ártico como al antártico…
Según Fernández de Enciso,
entre la equinoccial y los polos existen dos regiones, los trópicos, que hacia
el norte se llaman trópico estival y ártico respectivamente y, hacia el sur, se
designan trópico yemal y antártico. Estas regiones se configuran de la
siguiente forma:
…así mismo desde la equinoccial
al polo antártico hay otras dos zonas a que llaman trópicos: y el uno se llama
trópico yemal, y éste está a veinte y tres grados y medio de la equinoccial,
y a este trópico llega el sol
cuando llega al primer punto de Capricornio que es a doce de diciembre, y desde
allí se comienza a volver hacia la equinoccial; y el otro se llama trópico
antártico y está a veinte y tres grados y medio del polo.
Si se considera que la
ubicación de Chile, según Ercilla, es “bajo del Polo Antártico en altura de
veinte y siete grados”, y que desde allí se prolonga hacia el sur, se concluye
entonces que, según las coordenadas geográficas de la época, la Capitanía
General se ubica en la zona del trópico antártico, según lo describe la “Suma
de Geographi”a de Fernández de Enciso, o en la “región Antártica famosa”, como
diría Ercilla en su poema épico.
Estas referencias geográficas
no eran un invento del siglo XV ni del XVI. Al contrario, durante la Edad Media
ya se había delimitado bien la concepción de que la Tierra se dividía en cinco
partes «por dos círculos, ártico y antártico, y por dos trópicos», como
escribió Pierre d’Ailly, uno de los autores que Colón había leído antes de su
primer viaje. Los polos eran la referencia obligada en todos los textos de
cosmografía que trataban sobre las partes de la Tierra. Y, aunque no se puede
establecer con plena certeza que Ercilla haya conocido la obra de Fernández de
Enciso, tampoco se puede negar que las coordenadas geográficas utilizadas por
ambos sean las mismas.
Efectivamente, hacia el siglo
XVI, la representación de la Tierra ya reconocía la existencia de los polos y
los utilizaba como referencia geográfica, siendo posible señalar a Chile como
parte de la Zona Antártica. Por ejemplo, el cronista Pedro Mariño de Lovera
describió el Reino de Chile en las siguientes palabras:
… aunque no está en mayor
altura que de veinte y cinco a cuarenta y dos grados, que tiene este reino de
longitud yendo de norte a sur, con todo eso es el más allegado al polo
Antártico llamado medio día, que hay en todas la América, porque la tierra que
va más adelante acercándose al dicho polo austral o es despoblada o por
descubrir; la cual se va prolongando por el largo estrecho de Magallanes…
No es extraño, a la luz de
este párrafo, que Ercilla haya descrito a Chile como “fértil provincia, y
señalada en la región Antártica famosa”. Su referencia era esperable y típica
de su tiempo. Por esto mismo, los ecos antárticos también se dejaron sentir en
otras obras épicas de la época. Pedro de Oña, se refirió al “Antártico
hemisferio”, en su “Arauco Domad”o, aparecido en Lima en 1596. Juan de
Miramontes y Zuazola escribió sus Armas Antárticas, cuya escritura se estima
que fue realizada entre 1608 y 1615, donde alabó a conquistadores como
Francisco Pizarro y Diego de Almagro, a quienes se llamó “terror de las
antárticas regiones”.
La región antártica atraía a
poetas y conquistadores por igual, cada uno de ellos seducido por los relatos
de aventuras, conquistas y descubrimientos que llenaban los anales del Imperio
Español, sobre el cual siempre brillaba el Sol y que abarcaba el océano austral
y la eternidad misma de los hielos antárticos.
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