Numerosos
tesoros ocultos componen la leyenda de la enigmática Rennes-le-Château
Por
muchos años que el ser humano lleve habitando la Tierra, en nuestro planeta
todavía quedan multitud de rincones con misterios por resolver. En esta sección
ya te hemos hablado de lugares secretos que nunca podrás visitar y de enclaves
donde ocurren fenómenos a los que la ciencia no ha logrado dar explicación. Hoy
queremos acercarnos a los enigmas de Rennes-le-Château, una pequeña aldea del
sudoeste de Francia. Allí fue donde Dan Brown encontró la inspiración para
escribir su famosa obra «El código Da Vinci».
Para
muchos, este pueblo es el más intrigante de todo el continente europeo. Incluso
cuenta con varios blogs específicamente dedicados a sus insondables encantos,
como RennesLeChateau.nl. Si alguna vez te animas a visitarlo, lo verás en lo
alto de una colina, como apartado del resto del mundo, en una situación
privilegiada para admirar los Pirineos. Tal vez fue eso lo que sedujo a los
visigodos de Alarico, que según ciertas versiones enterraron en la zona el
tesoro perdido del Templo de Salomón saqueado a los romanos, que a su vez lo
habían sustraído de Jerusalén.
Más
adelante, en el siglo VI, Rennes-le-Château pasó a estar controlado por los
merovingios. La aldea fue escenario del matrimonio del rey Dagoberto II con la
princesa visigoda Gizelle de Razas. Enterrar a sus monarcas acompañados de sus
riquezas era una de las tradiciones de este pueblo, algo que incrementa las
posibilidades de que realmente pueda haber más tesoros ocultos en los
alrededores. Incluso el mismísimo Santo Grial podría estar escondido allí,
llevado por José de Arimatea en el siglo I o por los Templarios mucho tiempo
después.
Pero
quien verdaderamente provocó que todas estas historias sobre fortunas secretas
fuesen tomadas muy en serio fue el sacerdote católico François Bérenger
Saunière, destinado a Rennes-le-Château en 1885, a los 33 años de edad.
Saunière vivió en la modestia hasta que una serie de donaciones le permitieron
afrontar la restauración de su altar, a finales del siglo XIX. Durante estas
obras, según el testimonio de obreros que permanecieron con vida hasta hace
algo más de cinco décadas, fueron encontrados varios manuscritos encerrados en
tubos de madera.
La
vida del párroco cambió en ese momento. A partir de entonces y hasta el final
de sus días, vivió rodeado de lujos y riqueza, atrajo nobles visitantes a su
aldea y se dedicó a restaurar su iglesia hasta alcanzar la ostentación. Algunos
piensan que los documentos guiaron a Saunière hacia los tesoros de los
merovingios o de los cátaros. Otros estiman que no fueron tan grandes las
fortunas que encontró, aunque sí suficientes para darle una vida repleta de
comodidades. Las piedras de Rennes-le-Château continúan guardando su secreto,
atrayendo a miles de visitantes cada año. ABC
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