JESUCRISTO, MARÍA MAGDALENA Y LOS MEROVINGIOS
Textos Montserrat
Rico Góngora
Demostrar que los nazis buscaron, además, las reliquias de Jesucristo
resulta complicado. También hay leyendas francesas que hacen referencia a que
María Magdalena y Jesucristo descienden la dinastía merovingia, que gobernó el
país galo en los primeros siglos del cristianismo. En Marsella aún se veneran
las supuestas reliquias de la primera. El nombre de esta santa se repite con
insólita insistencia cuando se intenta tirar de los hilos de esta intrincada
hipótesis.
El primer rey europeo que conquistó Jerusalén en 1099 fue Godofredo
de Bouillon, un descendiente de Dagoberto II, el último rey merovingio. Este
soberano fue educado por un personaje aún más fascinante: su tía, la condesa
Matilde de Toscana o de Lucca, como se prefiera. El nombre de Matilde de Toscana
no dice mucho a los españoles, pero en Italia suena a gloria nacional. Después
de su muerte en 1115 fue enterrada en la abadía de San Benedetto (Mantua), pero
en 1635 sus restos fueron trasladados con grandes honores a la Basílica de San
Pedro (Roma) y depositados en una tumba esculpida por Bernini, donde aún se
conservan. Su único biógrafo, el monje Donizone, que glosó su vida en un poema
áulico en el primer año del siglo XII, dijo de ella que había sido el auténtico
sostén de San Pedro. No debe deser exagerada esta afirmación cuando se sabe que exigió al Papa poder celebrar
misa como un privilegio concedido a su propio linaje. ¿A qué linaje se estaba
refiriendo? Matilde de Toscana fue la gran aliada de Gregorio VII contra el
poder imperial y después de Urbano II, en quien pudo influir para que
promulgara la I Cruzada en el Concilio de Clermont, en 1095, a consecuencia de
la cual su sobrino Godofredo de Bouillon conquistó la roca legítima de Sión.
EXPOLIO EN EL MUSEO DEL HOMBRE
Por todo lo expuesto, parece razonable pensar que los nazis dedujeron
que –de existir las famosas reliquias de Jesucristo– estaban custodiadas en
Francia. Que realizaron disparatados estudios raciales es algo bien
documentado, pero para los escépticos o los desconocedores del asunto baste
recordar que, por orden del reichsleiter Alfred Rosenberg, artífice de los
Einsatzstäbe (estados mayores especiales) en los territorios ocupados, se
incautaron los fondos del Museo del Hombre de París, que contenían la colección
de Franz Joseph Gall –integrada por elementos concernientes a la frenología–,
así como los documentos de la fototeca, nutrida con la obra del etnólogo
austro-alemán Hugo Bernatzik, que había realizado estudios en el África
subsahariana.
También el tristemente célebre Joseph Mengele hizo especial hincapié en
las peculiaridades de la estructura ósea y en las diferencias raciales. En los
procesos de Nuremberg se supo que el expolio del Museo del Hombre fue instigado
por el profesor August Hirt, director del Instituto Anatómico de la
Reichsuniversitat de Estrasburgo, cuya finalidad era fundar el primer museo de
razas inferiores. Hitler, que gritaba como un poseso que Jesucristo era él
mismo, y su mago negro, Himmler, que sostenía que el Mesías había sido ario y
no judío, podrían haber visto la oportunidad de demostrar su hipótesis
estudiando el cráneo de Jesucristo. Parece una barbaridad, pero no olvidemos
que este capítulo de la historia más brutal de la humanidad requiere escudriñar
con las armas de lo racional lo que fue perversamente irracional. Extracto...
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