SUPERMERCADO DEL ALMAS
UNA NOVELA REPRESENTATIVA DEL ALMA NACIONAL
Su autor, Benedicto Cerdá, acaso -sin proponérselo- supo hacer aflorar el país furtivo, ese que
se ve solo bajo la alfombra, donde el stock de zancadillas nacionales asoma en
la primera línea de un escenario en que se mixturan la hipocresía con lo sórdido
POR JORGE ABASOLO
SI
ESCRUTAMOS el clamo popular en nuestro país, encontraremos que la inmensa
mayoría admite que hemos llegado a una forma de desenvolverse donde “todo vale”.
Triste epitafio para una sociedad que languidece, pero no está muerta.
Inmersos
en una sociedad donde los principios están exiliados y el decálogo valórico es
letra muerta, cuesta ser optimista respecto a lo que se nos viene.
Como
todos los valores morales, la cortesía es imposible de ser concebida sin el
otro. Es la otredad de lo que hablan
los sociólogos.
Es
muy simple de comprobar. Si hacemos una lista somera de nuestra lista de
valores no negociables, con certeza entrarán en ella virtudes como la humildad,
la honestidad, la responsabilidad, la confianza, el agradecimiento y la
generosidad, entre otras.
Eso
en un país normal en lo ético, como lo fue Chile hasta hace no tantos años.
En
su novela, Benedicto Cerdá pone el dedo en la llaga en ese país pringada en el
alma.
Supermercado de Almas es un texto donde colisionan la
crítica social, la concupiscencia patológica que busca apoderarse del placer y
hasta de la mujer que puede proporcionarlo.
Por
consiguiente, el autor logra que la trama se transforme en un itinerario
surrealista con ribetes delirantes.
Eufemiano, empresario y millonario,
propietario de una Universidad muy católica, casi ultramontana…lleva una doble
vida.
Ante
la sociedad se presenta como un caballero abacial, con virtudes canónicas y de
tibia lascivia francesa.
Y
hasta con trazas de filántropo, samaritano…con los atributos propios de quien
profesa una religión a ultranza.
Pero
se trata de un tipo como maleta de doble fondo.
Es
un chupacirios, deleznable y algo sórdido, de una personalidad patológica, que
puede camuflarse en una sociedad cuyo grado de hipocresía permite este tipo de
conductas deleznables.
Eufemiano
categoriza en lo que en psiquiatría se
llama personalidad paranoide (no
confundir con la personalidad esquizotípica o esquizoide) Huelga decir que los
rasgos básicos de una personalidad paranoide son la desconfianza en grado
supremo y una elevada conciencia de sí mismo. En el modo de conducirse de
Eufemiano campea la desconfianza en sus actos (hay que leer la novela), una
sospecha generalizada y permanente.
En
términos teatrales, Eufemiano es el arquetipo de Tartufo, esa comedia de
Moliere que encarna la perversidad y la corrupción aviesamente disimuladas.
Entonces
asoma la doble moral de un Eufemiano patológico, obsesionado por una mujer
(Mireya), joven y bella, a quien no solo busca como mujer, sino como
pertenencia.
Mireya
cae de hinojos ante los requiebros de este empresario, aunque a poco andar se
percata de que su amor va mucho más allá de lo normal en una pareja. Entonces,
pretexta un viaje a Europa, eludiendo una relación obsesiva cuyos tentáculos no
la dejan vivir en paz.
La
obsesión de Eufemiano por recuperar a Mireya es una odisea digna de una novela
policial de Simenon.
En Supermercado de Almas no es cardinal si los personajes
logran o no encontrar aquello que siempre preocupa y atañe al ávido lector. Lo
sustantivo de la novela es su desparpajo en la acción. Eso que los franceses
llaman savoir-faire, aunque Eufemiano
lleva esta condición a una condición superlativa.
Aquí
estamos en presencia de una novela en donde desfilan las lacras humanas
debidamente camufladas.
Se
trata de una novela es un tanto kafkiana, es decir donde lo fundamental no es
nunca la psicología del personaje…sino lo que le sucede al personaje.
Sin
duda…dignísima de leerse.
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