EL PELO DE LA MUJER EMITE
RAYOS QUE ENLOQUECEN AL HOMBRE, SEGÚN EL ISLAM IRANÍ
La abogada Nasrin Sotoudeh cumple su
primer año de cárcel en Irán por rebelarse contra el velo islámico
La
abogada persa Nasrin Sotoudeh, condenada a 38 años y seis meses de cárcel y a
148 latigazos por su defensa de los derechos de la mujer en Irán, cumple hoy su
primer año de prisión tras la sentencia dictada por Teherán. El aniversario
será ocasión para que muchas instituciones y oenegés mundiales presionen ante
el régimen de los ayatolás en favor de la que fuera abogada de la premio Nobel
de la Paz Shirin Ebadi, y de muchas otras mujeres arrestadas en Irán por su
oposición al uso obligatorio del velo islámico.
Amnistía
Internacional ha recogido más de un millón de firmas -260.000 solo en España-
en favor de la liberación de Sotoudeh, que serán entregadas en las embajadas
iraníes del todo el mundo.
Nasrin
Sotoudeh fue arrestada en su domicilio el 13 de junio de 2018. El juicio por
«conspirar contra el régimen» concluyó el pasado mes de marzo con una condena a
prisión inesperada por su dureza. El castigo «ejemplar» contra la figura más
simbólica de los derechos humanos en Irán, junto a Ebadi, se produjo muy poco
después de la llegada a la jefatura del poder judicial de un clérigo
ultraortodoxo cercano al líder supremo, Ali Jamenei, y fue calificado como un
desaire al más moderado presidente de la república islámica, Rohani.
La
labor como abogada de Sotoudeh ha estado siempre relacionada con los derechos
humanos, en particular los de la mujer, pisoteados de modo sistemático por el
régimen clerical. Nasrin ha defendido la legitimidad dentro del islam de portar
o no el pañuelo islámico, el «hiyab«, que debe ocultar todo el cabello de la
mujer. Una materia tabú para la escuela integrista del islam chií que accedió
al poder con el imán Jomeini en 1979. Dos años después de la institución de la
república fundamentalista, el presidente Bani Sadr afirmó no solo la
prescripción de portar el velo para toda mujer -tal como establece la tradición
islámica desde Mahoma- sino sus «fundamentos científicos». Según Sadr, está empíricamente demostrado que el cabello de la mujer
emite unos rayos que excitan los deseos sexuales del hombre y le incitan a
pecar.
Desde ese momento el velo -casi desconocido para las
educadas residentes de Teherán, la macrourbe de 18 millones de habitantes- se
convirtió en una obligación para todas las mujeres a partir de los 6 años de
edad, y en uno de los «pilares de la existencia islámica». La intención inicial
de imponer el chador, el velo integral negro y habitual en las zonas rurales de
Irán, se tornó inviable, y al final la imposición se limitó al pañuelo de
cabeza. Aún así, a medida que se gana en altura en Teherán -los barrios más
acomodados son los que trepan por la falda de la montaña- los colores de los
pañuelos son más parisinos y más audaces los flequillos que dejan asomar, al
menos hasta que hace acto de presencia la policía religiosa del régimen. ABC
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