lunes, 16 de octubre de 2017

LA PECULIAR ISLA DESDE LA QUE PUEDES CONTEMPLAR EL FUTURO

 Las pequeñas islas Diómedes, separadas por el estrecho de Bering

Las islas son a menudo lugares singulares, como pequeños mundos donde se producen fenómenos únicos. En esta sección ya te hemos hablado de varias de las más curiosas: te presentamos Socotra, la inquietante «isla alienígena» perdida en mitad del océano Índico; y te llevamos hasta Icaria, la misteriosa isla donde la salud dura más de 100 años. Pero ¿y si te contásemos que existe una isla desde la que de algún modo es posible contemplar el futuro? Así es: desde Diómedes Menor es posible 'viajar en el tiempo'... o algo por el estilo.

Es posible que nunca hayas escuchado hablar de este rincón del planeta. Es una diminuta formación rocosa situada en pleno estrecho de Bering, entre el mar de Chukotka y el mar de Bering. O lo que es lo mismo: justo en ese punto del mapa en el que casi se tocan las fronteras de Rusia y Estados Unidos. La isla de Diómedes Menor no está sola; y ahí está precisamente el secreto de su peculiaridad. Navegando algo menos de 4 kilómetros hacia el Oeste puedes encontrar a su 'hermana', Diómedes Mayor.

La proximidad no las hace especialmente parecidas. La grande, de unos 29 kilómetros cuadrados, está deshabitada. La pequeña cuenta con poco más de 100 habitantes en sus 7.3 kilómetros cuadrados de superficie. Por supuesto, todos ellos residen en la villa de Diómedes, en la costa oeste del islote. Diómedes Mayor pertenece a Rusia, mientras que la Menor se incluye en Estados Unidos. Pero sin duda, la mayor diferencia entre estos territorios vecinos es la hora que marcan los relojes a un lado y otro de la frontera.

Precisamente entre las dos Diómedes pasa la Línea Internacional de cambio de fecha. Esto provoca que si un lunes a las doce del mediodía miras al oeste desde Diómedes Menor, estarás contemplando unas tierras en las que son las nueve de la mañana del martes. De hecho, en el año 1987 la americana Lynne Cox completó el trayecto nadando. Fue un recorrido simbólico que no le llevó más que dos horas y cinco minutos. Eso sí, atendiendo a lo que decía el calendario, llegó a su destino al día siguiente de su salida.


Tanto Mikhail Gorbachev como Ronald Reagan, presidentes ruso y estadounidense en la época, felicitaron a Cox por su iniciativa. La nadadora tuvo que soportar temperaturas de entre 6 y 7 grados para realizar el viaje, prohibido por aquel entonces a los esquimales que poblaban Diómedes Menor. La hazaña le permitió convertirse en la primera persona capaz de nadar desde el continente americano hasta el asiático. En 2012, Philippe Croizon repitió el viaje. El reto era en este caso de superación personal: el francés nada alrededor del mundo sin brazos ni piernas.

ABC

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