Las pequeñas islas Diómedes, separadas por
el estrecho de Bering
Las islas son a menudo lugares
singulares, como pequeños mundos donde se producen fenómenos únicos. En esta
sección ya te hemos hablado de varias de las más curiosas: te presentamos
Socotra, la inquietante «isla alienígena» perdida en mitad del océano Índico; y
te llevamos hasta Icaria, la misteriosa isla donde la salud dura más de 100
años. Pero ¿y si te contásemos que existe una isla desde la que de algún modo
es posible contemplar el futuro? Así es: desde Diómedes Menor es posible
'viajar en el tiempo'... o algo por el estilo.
Es posible que nunca hayas
escuchado hablar de este rincón del planeta. Es una diminuta formación rocosa
situada en pleno estrecho de Bering, entre el mar de Chukotka y el mar de
Bering. O lo que es lo mismo: justo en ese punto del mapa en el que casi se
tocan las fronteras de Rusia y Estados Unidos. La isla de Diómedes Menor no
está sola; y ahí está precisamente el secreto de su peculiaridad. Navegando
algo menos de 4 kilómetros hacia el Oeste puedes encontrar a su 'hermana',
Diómedes Mayor.
La proximidad no las hace
especialmente parecidas. La grande, de unos 29 kilómetros cuadrados, está deshabitada.
La pequeña cuenta con poco más de 100 habitantes en sus 7.3 kilómetros
cuadrados de superficie. Por supuesto, todos ellos residen en la villa de
Diómedes, en la costa oeste del islote. Diómedes Mayor pertenece a Rusia,
mientras que la Menor se incluye en Estados Unidos. Pero sin duda, la mayor
diferencia entre estos territorios vecinos es la hora que marcan los relojes a
un lado y otro de la frontera.
Precisamente entre las dos
Diómedes pasa la Línea Internacional de cambio de fecha. Esto provoca que si un
lunes a las doce del mediodía miras al oeste desde Diómedes Menor, estarás
contemplando unas tierras en las que son las nueve de la mañana del martes. De
hecho, en el año 1987 la americana Lynne Cox completó el trayecto nadando. Fue
un recorrido simbólico que no le llevó más que dos horas y cinco minutos. Eso
sí, atendiendo a lo que decía el calendario, llegó a su destino al día
siguiente de su salida.
Tanto Mikhail Gorbachev como
Ronald Reagan, presidentes ruso y estadounidense en la época, felicitaron a Cox
por su iniciativa. La nadadora tuvo que soportar temperaturas de entre 6 y 7
grados para realizar el viaje, prohibido por aquel entonces a los esquimales
que poblaban Diómedes Menor. La hazaña le permitió convertirse en la primera
persona capaz de nadar desde el continente americano hasta el asiático. En
2012, Philippe Croizon repitió el viaje. El reto era en este caso de superación
personal: el francés nada alrededor del mundo sin brazos ni piernas.
ABC
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