Una de las leyendas que se transmitió de
generación en generación fue que los reyes franceses, herederos de Hugo Capeto,
podían curar a los enfermos solo tocándoles
El
episodio «El Arzobispo» en la telecomedia británica «La Víbora Negra» comienza con un célebre diálogo entre
Edmund, el Duque de Edimburgo (el protagonista), y uno de sus nobles
servidores, Lord Percy, Duque de Northumberland. Los protagonistas, los actores Rowan
Atkinson y Tim
McInnerny, dialogan sobre las reliquias en la Edad Media. Percy, con su fervor religioso, afirma que
tiene un hueso deldedo de
Cristo. A esto responde Baldrick, el criado (un excelente Tony
Robinson): «Vaya es solo uno: pensaba que venían en cajas de diez. Los dedos
ahora venden mucho. Ahora, si quieres una venta rápida, nada puede superar a
una nariz sagrada».
Este
diálogo cómico, que parece demasiado frívolo, resulta clarificador respecto a
la ideología de este tiempo. Denis Richet, en su
estudio sobre la monarquía gala, dejó claro que ya desde su origen «nos
encontramos aquí con corrientes espirituales subyacentes, formas populares del culto
monárquico, como leyendas, alegorías ricas en símbolos que revelan
una mezcla extraordinaria de elementos culturales tomados de las
más diversas fuentes». Se refería, precisamente, a como Luis XIV tan tarde como 1701 había tocado2.400
escrofulosos para curarles su
particular forma de tuberculosis.
En la Edad Media existía la creencia mitológica de fe
genuina por las reliquias, los rituales religiosos y también las grandes
fiestas que celebraban estos
hitos. Es una sociedad donde la magia, el
sentido más inexplicable, servía para justificar cualquier elemento de poder.
Como afirma el reconocido medievalista Jacques LeGoff esto construía «la
realeza sagrada con sus
leyendas, sus "supersticiones", la consagración, la coronación y las insignias...En toda esta
secuencia corre el hilo conductor de las "cosas profundas", la búsqueda
de una historia total del poder, bajo todas sus formas y con todos susinstrumentos».
Esta
afirmación la realizó en un libro clásico de historia, como prólogo. Una obra
que habría de revolucionar la historia cultural y crear toda una escuela
ensayística: «Los Reyes
Taumaturgos» de Marc
Bloch.
El Rey Curandero
Bloch nació el 6 de julio de 1886 en Lyon. Provenía de una familia judía de la Alsacia y se vinculó muy pronto al mundo universitario francés a través de la Historia. Fuertemente influido por Pirenne y su libro sobre Mahoma y Carlomagno, renovará la historia en la década de 1920 del siglo XX con la escuela de los «Annales». Se pretendía pasar de la historia decimonónica a una historia de la mentalidades.
El
libro clave en esta historia de las mentalidades, el creador de toda una
escuela de seguir a los historiadores Anaclet
Pons y Justo Serna, es «Los Reyes Taumaturgos». Esta obra es ante todo una
investigación sobre todas las leyendas que envolvían a las Monarquías
medievales. Según el traductor Marcos Lara, en la elección del tema
de los curanderos debió influir la profesión del hermano de Bloch, médico.
El
inicio del libro es conocido, y cuenta como en 1307 cuatro venecianos fueron a
ver el Rey Felipe el Hermoso de Francia para ser curados de la
escrófula. Esta es un tipo de tuberculosis que provoca inflamaciones en los
ganglios debido a una infección y se creía que el contacto de las manos de los
reyes franceses provocaba su sanación.
Bloch
hace un completo estudio de la mitología de este mito y afirma que debió
originarse en tiempo de los primeros Capetos, especialmente con Hugo Capeto, y podía ser un método de consolidar la
legitimidad de la nueva rama de la dinastía francesa. Las primeras fuentes que
lo mencionan son el «Tratado sobre las reliquias» y una Ordenanza Real en Inglaterra. En ese sentido,
este don, recuerda Bloch, «era considerado como un milagro». La creencia
también se da en los reyes ingleses, y, siguiendo esta línea llegaron a existir reliquias bendecida por los reyes, llamadas
«cramp-rings» en Inglaterra, que sirvieron para estos propósitos curativos. Este
mal, la escrófula, llegó a ser llamado «King’s evil» como consecuencia.
La
capacidad de curación, recuerda Bloch, servía como método de legitimar el trono
de Francia.
Cuando Enrique III y Felipe
de Valois se disputaron el
título de Rey de Francia en la guerra de
los 100 años, el embajador de Venecia consideró que aquel que no
fuera devorado por leones sería el Rey legítimo:
«Si
Felipe de Valois es, como afirma, el verdadero rey de Francia, que lo demuestre
exponiéndose a leones hambrientos, ya que es sabido que los leones jamás
acometen a un verdadero rey; o bien que realice el milagro de de curar
enfermos, como acostumbran hacerlos los otros leyes verdaderos».
Era
creencia, de nuevo, de aquellos tiempos que los Reyes no podían ser devorados
por los leones,
al ser portadores de la auctoritas
regia.
Como
resume Bloch, «en aquel entonces podía hacerse jugar con absoluta normalidad
esta clase de creencias, en negociaciones de indudable peso político». Así,
Bloch cree que a través de «un
hecho anodino» se puede conocer toda la naturaleza de una sociedad. Un tipo
de hombres que con una incógnita reducida, con la más pequeña interrogación, daban
pie a cientos de historias, cuentos y leyendas. Eso y no otra cosa fue la Edad
Media, según LeGoff.
La Era de la
Razón
En la Edad Moderna, luego de 1453,
todas las viejas historias se van a ir diluyendo sustituidas por la ciencia
moderna y el método. Étienne
de La Boêtie, tan pronto como en 1548, consideraba en su «Sobre laservidumbre
voluntaria»:
«¿Y
qué diremos de otra patraña adoptada también por los pueblos antiguos como
moneda corriente, cuál fue el creer firmemente que el dedo pulgar de un pie de
Pirro, rey de los epirotas, tenía la virtud de hacer milagros y en particular
de sanar a los enfermos? Y aún para acreditar más el cuento fingieron que
después de quemado el cadáver se habla encontrado el dedo ileso entre las
cenizas, respetado de la voracidad de las llamas. Así es como el, pueblo
estúpido cree con fe las mentiras que él mismo se ha forjado»
Es
una fuente pionera en cuestionar toda la
charlatanería, los mitos y leyendas, que protegían las viejas ideas de
poder en el siglo XVI. Pero todavía era demasiado pronto para fermentar, y solo la labor de
los Enciclopedistas enterró la superstición. Voltaire definía bien ésta en su «Diccionario
filosófico» para 1764:
«El
supersticioso es al bribón lo que el esclavo es al tirano. El supersticioso se
deja gobernar por el fanático y acaba por serlo también. La superstición nació
en el paganismo, la adoptó el judaísmo e infectó la Iglesia cristiana de los
primitivos tiempos. Todos los Padres de la Iglesia, sin excepción alguna,
creyeron en el poder de la magia».
Es un
cínico, claro, pero es imposible olvidar que detrás de todas esas historias
existían «cosas profundas» que se extendían a lo largo del tiempo. Todavía, a
inicios del siglo XIX, Carlos
X de Francia en su
consagración posó las manos en los escrofulosos.
Es parte de la citada «historia total del poder»
según LeGoff, en una referencia que le gustaría a Foucault. Otro
poder menos benigno, el III
Reich (con una nueva y
poderosa mitología antisemita),
fusilaría al propio Marc Bloch el 16 de junio de 1944 por colaborar con la resistenciafrancesa.
Pero
quedémonos con la lírica, con la civilizada Europa anterior a la guerra, y la
justificación de estos mitos para Étienne de La Boêtie: «No pondré en duda la
verdad de nuestras historias,
para no defraudar a la poesía
francesa». ABC
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