MONSEÑOR ALEJANDRO
GOIC NOMBRA AL PRIMER EXORCISTA FORMAL EN CHILE
El sacerdote
Luis Escobar tiene 8 años de experiencia en estos procedimientos. Asegura que
la actividad demoníaca se ha incrementado en el país porque la sociedad se ha
descristianizado.
SANTIAGO.- En diciembre de 2013 y mediante
el decreto 66, monseñor Alejandro Goic, obispo de la diócesis de Rancagua y
Vicepresidente del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile,
nombró al primer exorcista formal en Chile.La información fue difundida esta semana
por la revista diocesana Rumbos, donde se señala que el sacerdote Luis Escobar
Torrealba fue designado como "exorcista de la diócesis de la Santa Cruz de
Rancagua".
En tanto, la revista
Portaluz le realizó una entrevista al sacerdote, en la que
relata su experiencia en estos procedimientos, durante los últimos 8 años.
Escobar es párroco en la Parroquia
Santísima Trinidad de su diócesis en Rancagua, gestor de proyectos educativos,
capellán de cárceles y columnista habitual de Portaluz.
El sacerdote asegura que este nombramiento
"da cuenta de una situación que está afectando a muchas personas en el
país. Me refiero a quienes hoy padecen junto a sus familias la acción
extraordinaria del demonio en sus vidas y que en ausencia de sacerdotes
formados y disponibles para este ministerio buscan solución a manos de
inescrupulosos –chamanes, magos, tarotistas, adivinos, brujos y semejantes- que
no sólo les expolian su dinero, sino que potencian el mal espiritual que les
afecta".
Escobar asegura además que la actividad
demoníaca se ha incrementado en Chile "demasiado, más allá de lo que cualquiera
de nosotros pudo haber esperado". "Sucede que cuando la gente se
aleja de la fe o en este caso cuando una sociedad se descristianiza no sólo
aumenta la superstición como ha ocurrido en Chile, sino que se crean las
condiciones para el mal", dijo.
Añadió que junto con la acción
extraordinaria del demonio, como posesión, vejación, opresión o infestación, su
presencia queda en evidencia en otros ámbitos de la vida,
como "una sociedad que rechaza los valores cristianos como la vida,
el matrimonio, la familia, los hijos; una educación cada vez más laica,
relativista, donde se promueve una moral particular que alienta al hacer cada
uno lo que quiere; el aumento del consumo de drogas; el aumento de la violencia
en familias y las desigualdades tremendas que genera un modelo económico que no
mira el bien común".
Colaboración de Ernesto PLaza
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