martes, 15 de septiembre de 2009

OBSESIONES ARQUEOLOGICAS NAZIS

Heinrich Himmler buscaba reescribir la historia:

Una ancestral raza aria, el Santo Grial y la Lanza de Longino motivaron numerosas expediciones del Tercer Reich.

Látigo en mano y sin dejar atrás su característico sombrero, el intrépido arqueólogo Indiana Jones -en dos de sus cuatro películas- no duda ni un instante en viajar hasta los rincones más lejanos para evitar que los nazis se apoderen del Arca de la Alianza o del Santo Grial.

¿Son estas historias producto sólo de la imaginación de George Lucas y Steven Spielberg?

En 1935 Heinrich Himmler, el temido líder de las SS creó el Deutsches Ahnenerbe, una especie de instituto orientado a la investigación científica -al menos en apariencia- de los orígenes de la raza aria, de la cual según Himmler, habría descendido toda la raza humana.

Esta teoría no contaba con pruebas, por lo que Himmler juntó arqueólogos, lingüistas, antropólogos e historiadores para que reescribieran la histioria, ya fuese por convicción o una buena suma de dinero.

Fue así como el Deutsches Ahnenerbe buscó demostrar que egipcios, griegos, romanos e incluso culturas precolombinas descendían de aquella misteriosa cultura aria ancestral. Y para ello despachó un sinnúmero de expediciones arqueológicas a destinos tan disímiles como Irak, Francia, España, Grecia, India, Turquía, Libia y el Tíbet (donde pretendían encontrar el mítico reino de Shangri-La).

Así lo describe Heather Pringle, periodista canadiense especializada en temas científicos, autora del libro "El Plan Maestro. Arqueología fantástica al servicio del régimen nazi".

"Las limitantes de los métodos para datar (los hallazgos arqueológicos) en los años '30, jugaron a favor del Ahnenerbe para adulterar la prehistoria", dice Pringle en una entrevista para la revista Archeology. "La datación por radiocarbono era cosa del futuro. Y eso permitió a los investigadores nazis actuar rápidamente".

Bajo la supervisión de Himmler incluso se llegó a planificar una expedición a Bolivia para excavar las ruinas pre incaicas de Tiahuanaco y explorar las profundidades del lago Titicaca.

El equipo de veinte científicos permanecería un año en Bolivia. Pero aunque estaba casi lista, la expedición fue pospuesta tras la invasión a Polonia en septiembre de 1939, que dio inicio a la Segunda Guerra Mundial.

Pero Himmler y el propio Hitler también estaban obsesionados con lo sobrenatural. Y por eso buscaron la forma de rodear al régimen nazi de conceptos religiosos y supuestas reliquias de gran significado -o poder-, sin importar su origen.

Uno de sus objetivos habría sido la "Lanza de Longino", que la tradición dice que se usó para atravesar el costado de Cristo. Y de la cual existen varias copias.

Santo Grial

Su mayor obsesión fue el Santo Grial. Y para ello Himmler reclutó al arqueólogo y experto alemán Otto Rahn. Incluso había elegido un salón especialmente acondicionado en el castillo renacentista de Wewelsburg (Westfalia) para guardar el Grial, ahí sólo tendría acceso la cúpula del régimen.

Rahn cayó en desgracia cuando intentó renunciar a las SS, y su rastro se pierde en 1939 en medio de confusas versiones sobre su muerte. Los detalles los da Nigel Graddon en la biografía "Otto Rahn and the Quest for the Grail".

El Tercer Reich nunca encontró alguna de estas reliquias, cuya existencia está más relacionada con mitos que con hechos. Y todas las teorías que buscaban demostrar la existencia de la "ancestral raza aria" quedaron sólo como ejemplos del fanatismo impulsado por los nazis.

Este artículo es parte de una serie que conmemora los 70 años del inicio de la II Guerra Mundial

Base secreta en la Antártida

La expedición alemana a la Antártida en 1938 ha generado numerosas historias hasta estos días. El capitán Alfred Ritscher buscaba originalmente asegurar allí un área para establecer una estación ballenera del Tercer Reich. Pero "teorías conspirativas" sostienen que los nazis realmente construyeron una base subterránea a la cual replegarse en caso de una derrota. Y que el propio Hitler podría haberse refugiado en ella. Hasta hoy, ninguna expedición ha encontrado pruebas de ello.

ALBERTO ROJAS MOSCOSO
El Mercurio

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