EL PATRIARCA DE LOS VON APPEN QUE LIDERABA DESDE CHILE LAS
OPERACIONES NAZIS PARA AMÉRICA LATINA
Los archivos recientemente
desclasificados por la institución sobre el mítico Departamento 50 –el que
investigó las conexiones de los nazis en Chile entre 1939 y 1946– entregan más
luces sobre el rol de Albert Julius Von Appen Oestmann como quien encabezaba un
profundo esquema infiltrado en distintas capas de la sociedad chilena. Éste es
el relato de su rol en los años de la guerra.
Las confesiones de “Apfel”, el
patriarca de los Von Appen que lideraba desde Chile las operaciones nazis para
América Latina
El significado de la palabra
“Apfel” es cotidiano para cualquier alemán: “manzana”. Pero se sabe que las
palabras significan cosas distintas dependiendo de dónde y cómo son ocupadas.
Hace siete décadas, en medio de uno de los momentos más complejos de la historia
de la humanidad y en el corazón de Chile, “Apfel” era otra cosa. La palabra
clave con la que, según la pista que seguía el Departamento 50 de la Policía de
Investigaciones, se identificaba al jerarca de la estructura nazi no sólo en
Chile, sino en toda América Latina.
“Apfel” encabezaba en la
región la denominada red “Kriegsorganisation 2” (Organización de Guerra 2),
comisionada directamente desde el Abwehr, el aparataje de espionaje militar del
régimen de Adolf Hitler. La labor de ese grupo no era menor: convencer y
entrenar a personas para que se convirtieran en agentes nazis en los países que
se vinculaban al bando de los Aliados. Y, en el caso de Latinoamérica, además
tenían un objetivo especial: destruir el Canal de Panamá, centro estratégico de
las operaciones navales estadounidense.
Los documentos desclasificados
por la PDI hace una semana y entregados al Archivo Nacional tienen a “Apfel”
mencionado en numerosas ocasiones. Y son estos textos los que fijan una
identidad a ese nombre en clave: el capitán de la marina mercante alemana
Albert Von Appen Oestmann, quien fue apresado y expulsado del país en 1945, y
cuya preparación incluía entrenamiento especializado en Alemania. Ésta es la
historia de la red y de su participación, de acuerdo a los archivos y al libro
“La PDI contra los nazis”, un trabajo inédito de la propia institución.
La clave PYL
El 8 de julio de 1942, un
documento llegó al Departamento 50 de la PDI desde el Special Intelligence
Service, la repartición especializada del FBI de Estados Unidos para luchar
contra el espionaje nazi. El texto, denominado Memorándum Confidencial N° 36,
incluía un detalle crucial: el descubrimiento de una radio clandestina que
operaba desde Chile y se conectaba con Hamburgo, en Alemania, con mensajes cifrados
y valiosa información. Cada radio de ese sistema se identificaba con un código
de tres letras. La radio de Chile era “PYL”.
De acuerdo a la información
estadounidense, existían registros de las conversaciones desde el 28 de abril
de 1941, cuando se había logrado descifrar el código encriptado. Y si bien la
mayor parte de los datos era información del movimiento de buques y sistemas de
defensa, un aspecto preocupaba al FBI: sospechaban que la estación actuaba
“como una transmisora de informaciones recibidas de agentes del Eje que operan
en Chile, Argentina, Perú, Colombia, Ecuador, Guatemala, México y Estados
Unidos”, según constaba en el documento.
El documento también aseguraba
que la locación física de la radio era Valparaíso, e incluso señalaba una
dirección: Avenida Alemania 5508, en pleno Cerro Alegre, en el domicilio de
Guillermo Zeller, quien, aunque reconocía ser un radioaficionado, afirmaba que
su transmisor no estaba vinculado con las presuntas operaciones.
Pero en ese momento, la mayor
preocupación estadounidense era dar con “Apfel”. “Probablemente la persona más
importante que no ha sido identificada, de las que han aparecido en los
mensajes, es una persona designada con el nombre de Apfel”, indicaba el mismo
informe.
La inquietud era porque, de
acuerdo a las interceptaciones, “Apfel” había “comunicado a Alemania a través
de PYL que tiene suficiente dinero a mano para empezar su trabajo de sabotaje
en los países ubicados en la parte sur de Sud América (sic)”.
Los interrogatorios de 1942
En ese momento, los
equilibrios políticos internos chilenos estaban en juego. El gobierno de Juan
Antonio Ríos –elegido el año previo tras la muerte de Pedro Aguirre Cerda-
recibía fuertes presiones estadounidenses para que tomara un claro lugar en los
bloques de la II Guerra Mundial, algo que sólo haría al año siguiente con la
ruptura de relaciones con Alemania, Japón e Italia, los países del Eje.
Al mismo tiempo, Hitler y los
nazis eran mirados con simpatía por un grupo relevante de la sociedad. De
hecho, apenas cinco años antes, en 1937, el Movimiento Nacional Socialista
chileno había conseguido escoger tres de los 146 diputados en juego en las
elecciones: su congresista más famoso sería Jorge González von Mareés, que,
entre otras anécdotas, es recordado por haber hecho un disparo al aire en pleno
Congreso Nacional.
Pese a este escenario, el
Departamento 50 seguía muy de cerca los pasos de quienes pudieran estar
vinculados a operaciones del bloque. Así, a fines de octubre de 1942 se realizaron
interrogatorios a una serie de personas en Valparaíso para conocer en
profundidad cuál era su relación con Alemania y los nazis.
Uno de los interrogados fue
Albert von Appen, sobre quien recaían sospechas porque en 1941 había estado
realizando además una serie de viajes internos a distintas ciudades de Chile.
Según se señala en “La PDI y los nazis”, en esa instancia Von Appen habría
relatado su historia, su llegada a Chile y, además, habría reconocido ser
miembro del NSDAP, el partido nazi, desde 1933.
Von Appen arribó en 1937 al
país, de acuerdo al testimonio contenido en el libro. Según aseguró, era
representante en Chile de una empresa naviera alemana, la Hamburg-Amerika Line.
Aunque reconoció los viajes al interior de Chile, dijo que habían sido por su
trabajo, y también señaló que pertenecía a uno de los grupos o blocks de
militantes nazis en la actual región de Valparaíso.
Sin embargo, al ser consultado
sobre si tenía algún rol en el entramado nazi, Von Appen negó cualquier
vinculación. En la declaración, fechada el 29 de octubre de 1942, se indica que
“consultado acerca de sus actividades como saboteador, manifiesta que en su vida
se le hubiera ocurrido desempeñar tal cargo y textualmente dice que él es un
desguasador”. Más aún, se le preguntó directamente por “Apfel”, el nombre clave
del jefe operativo de los espías alemanes en Latinoamérica. Su respuesta fue
concreta: dijo que lo único que sabía era que ea palabra, en alemán,
significaba “manzana”.
La confesión de 1945
En esa ocasión, Von Appen
quedó en libertad porque no habían pruebas suficientes en su contra. De acuerdo
a los archivos de la PDI, su habilidad para resistir los interrogatorios era
alta. No sería hasta dos años y medio después cuando, finalmente y en la
víspera de la caída nazi, el Departamento 50 conseguiría la ansiada confesión
de la pieza clave del espionaje alemán en Latinoamérica.
Marzo de 1945 era un mes
complicado para el régimen de Hitler. Derrotado en Francia tras el desembarco
aliado, con la Unión Soviética avanzando en el frente oriental y con la caída
de Berlín como una realidad cercana, el afinado entramado nazi empezaba a
mostrarse resquebrajado, como en la antesala de la ruptura final.
También eran tiempos difíciles
para los nazis chilenos. Un hecho había despertado las alertas en los
organismos de inteligencia: la explosión al interior de la fragata “Lautaro” el
28 de febrero de 1945 frente a las costas peruanas, un incidente que dejó 20
muertos. El “Lautaro” era un buque que había sido construido en los astilleros
de Hamburgo y donado por Alemania en 1941, debido a que había quedado internada
en 1939 en el puerto de Valparaíso en el inicio de la guerra.
El episodio recordaba otro
incidente previo, el del barco mercante chileno “Toltén”, que el 13 de marzo de
1942 fue torpedeado por un submarino alemán mientras cruzaba frente a las
costas de Nueva Jersey, en Estados Unidos, causando 27 muertos. En el caso del
“Lautaro”, había sospechas de que la explosión se debiera a un sabotaje. Y
aunque ese hilo terminaría descartándose, el hecho le permitió a
Investigaciones conseguir la autorización para detener nuevamente a Von Appen y
someterlo a una serie de interrogatorios.
Sería recién el 25 de marzo de
1945, en el cuarto intento, cuando Von Appen haría su esperada declaración
policial. Allí, ante un equipo liderado por el propio jefe del Departamento 50,
Hernán Barros Bianchi, comentó que su rol había comenzado en 1939, cuando,
durante una visita a Alemania, un marino le preguntó “si yo estaba dispuesto a
regresar a Chile para organizar en este país, con personal de mi elección y
absoluta confianza, un grupo de saboteadores para actuar en Argentina, Chile y
Perú”.
Como la manzana que finalmente
cae del árbol, los investigadores tuvieron luego de ello la confirmación de su
pista crucial. “Se acordó que yo actuaría con el sobrenombre de Apfel, nombre
que se eligió de común acuerdo considerando el parecido con mi apellido, Von
Appen. Recibí allí como primera instrucción la orden de buscar mis
colaboradores en los puertos y entre gente que tuviera relación con los
estibadores, especialmente comunistas”, indicó.
Entre los resguardos que tomó
la inteligencia alemana estuvo hacerlo regresar a Chile en diciembre de 1939 a
través de una extensa ruta, que incluyó pasos por Rusia, Japón y San Francisco,
en Estados Unidos, desde donde viajó en buque a Santiago. Luego de ello, en
1940, viajó a Buenos Aires a reunirse con Dietrich Niebühr, el jefe de los
espías nazis a nivel sudamericano.
“Él había recibido
instrucciones de que un ciudadano alemán se le presentaría bajo el nombre de
Apfel. Yo conocía con anterioridad a Niebühr, pero él no se imaginaba que yo
fuera el Apfel que se le había anunciado”, dijo Von Appen en su declaración,
agregando luego que reclutó a una persona, Wilheim Lange, quien “aceptó ser en
Argentina mi agente y la misión de buscar colaboradores”.
Polvos bomba, claves y “Nightclubs”
Los detalles de la confesión
de “Apfel” eran precisos e insospechados. Por ejemplo, Von Appen reveló que
Niebühr le había entregado en Buenos Aires “cinco o seis cajitas de madera de
más o menos diez por diez centímetros y por uno de alto, que contenía cada una
ocho tubitos de cobre que estaban perfectamente disimulados, todos de más o
menos ocho a nueve centímetros, y que contenían un explosivo llamado ‘polvo
negro’. Estos tubos tenían un grosor más o menos como la mitad de un cigarrillo
corriente”. Esos explosivos eran de altísimo poder y podían servir para
operaciones de sabotaje a gran escala.
No menos sorprendente era el
sistema de clave que había diseñado a partir de un ejemplar de un diccionario
español-alemán Junkers. “el sistema de la clave convenida fue el siguiente: Se
asignó a cada letra de la palabra ‘Nightclubs’ un número correlativo del cero
al nueve; es decir: Nightclubs – 0123456789”, comenzó relatando Von Appen.
“Se dividió estos diez números
en dos grupos de cinco y se convino en que nuestros mensajes estarían formados
por grupos de cinco letras, que al traducir su valor correspondiente en números
indicaría que las tres primeras cifras de la página del diccionario y las
últimas correspondían al número de orden de las palabras en la página del
diccionario”, remató “Apfel”.
La declaración de Von Appen
indicaba que él había coordinado directamente el nombramiento de agentes en
Bolivia y Perú, y que, siempre en 1940, también había viajado a Brasil para
reunirse con un misterioso ciudadano alemán denominado “Doctor Braun”,
identificado posteriormente como Georg Blass y quien viajó directamente desde
Berlín para encontrarse con la rama latinoamericana de los agentes nazis.
También Von Appen reconoció
que jugó un activo rol en conseguir la fabricación de diferentes tipos de
bombas; algunas para sabotajes y otras, por ejemplo, para ser instaladas a
bordo de los buques alemanes mercantes, para que se hicieran estallar en caso
de que cayeran en manos de los Aliados.
Sabotajes y dineros
Otra parte de la confesión
señalaba que Von Appen había tenido entrenamiento especializado en la escuela
de sabotajes del Abwehr en Hamburgo, y que uno de sus contactos clave en Chile
era Ludwig von Böhlen, quien oficiaba como agregado aéreo y marino de la
embajada alemana en el país.
A mediados de 1942, de acuerdo
a Von Appen, ambos tuvieron una conversación sobre las operaciones en curso.
“Me manifestó que estaba en antecedentes completos de mis actividades de los
nombres que componían la organización en Sudamérica”, relató “Apfel”, agregando
que el diplomático le señaló que “en el caso de que no hubiera embajada, yo
debería proceder a ejecutar actos de sabotaje si se producía la declaración de
guerra”, indicándole además que contaba con un presupuesto de hasta 250 mil
pesos de la época, una alta suma de dinero.
Pero cuando a fines de ese año
fue interrogado por el Departamento 50, Von Appen intentó salir del país.
Aunque se había autorizado su retorno a Alemania, finalmente se quedaría debido
a que no se llegó a acuerdo en quién sería su reemplazante. Sería en esa
circunstancia cuando el Departamento 50 conseguiría la confesión, que luego
ayudaría a un “efecto dominó” con la caza de otros agentes nazis en diferentes
países latinoamericanos.
Von Appen sería expulsado de
Chile poco tiempo después. En 1952, regresaría al país, esta vez para quedarse,
y con el oficio que, según había declarado, era el que inicialmente lo trajo a
tierras chilenas: el de la marina mercante, donde construiría con el tiempo un
importante grupo empresarial. Lejos del tiempo en que, como “Apfel”, lideraba
la red nazi de agentes para todo un subcontinente.
Fuente: La Tercera
No hay comentarios:
Publicar un comentario