viernes, 24 de marzo de 2017

HAITIANOS EN VALPARAÍSO HABLAN DE SU FE Y LOS MITOS DE LA SANTERÍA

CUENTAS SUS CREENCIAS, SUS  DRAMAS Y SUEÑOS

Hace dos meses arribó al mercado Cardonal un nuevo trabajador, proveniente de uno de los países más conflictivos del Caribe, Haití. Acernio Saine decidió dejar, a raíz de los problemas internos, la cuna que lo albergó durante más de 30 años.

Después de un paso por Antofagasta, decidió probar suerte en Valparaíso, específicamente en la Iglesia Corazón de María, ubicada hacia el final de la calle Uruguay, en donde profesa el cristianismo, una de las dos religiones con más llegada en el país caribeño.

Allá en su país la vida de Acernio transcurría como un trabajador de la construcción. Hombre de buena conversación, cuenta que allá su pastor cristiano lo recibía, casi todos los días, para entablar un diálogo. Las casualidades de la vida quisieron que una iglesia, también, lo recibiera aquí en su búsqueda de una vida más justa. Mismo lugar conocido por todos como "La casa del migrante".

"Bienvenido migrante, tu llegada favorece el desarrollo y crecimiento de nuestra ciudad". Así reza uno de los tantos carteles que hay, pegados en la iglesia, para dar la bienvenida a los haitianos. "En nuestro país, y como en todo el mundo, hay dos fuerzas que chocan entre sí, el bien y el mal. Uno está representado por Dios y otro por el demonio. Yo no puedo robar porque eso está pensado por ley divina. Inmediatamente al robar pasas al lado oscuro de la historia", cuenta Acernio.

Para él, la mayor parte de los cuentos que giran en torno a su país son simples mitos. Salvo el hecho de que hay, todavía, quienes creen en las santerías y en el famoso vudú. A mi no me gustan esas cosas, dice, pero hay quienes creen.

De los más de veinte haitianos que se hospedan en la "casa del migrante", ninguno cree en la santería. Todos son cristianos. Sin embargo, aseguran que la relevancia de la tradición del vudú se remonta a 1791, año en que comenzó la revolución que terminó por independizar al país de los franceses. "Cuentan las historias que la revolución se gestó a base de brujerías y santerías que terminaron por expulsar a los colonos", sostiene Acernio. En cambio, para el diplomático haitiano, Glodel Mezilas, "fue una revolución anti-sistémica en el sentido de que puso en entredicho la lógica colonial racista y esclavista, que el mundo occidental impuso al continente americano".

Ya no basta con rezar

Sea como sea, las crisis políticas vividas en el país caribeño, han sido el punto de partida de uno de los procesos migratorios más relevantes del último tiempo. Según un informe de la Policía de Investigaciones de Chile, más de 41 mil haitianos han llegado a nuestro país, entre 2013 y 2016.

Acernio Saine es uno de ellos. Y las peripecias por las que ha tenido que pasar son muchas. "Un viernes 16 de septiembre de 2016 llegué a este país. Si bien mi destino era Antofagasta por cuestiones de trabajo, tuve muchos problemas ahí. Sobre todo por los malos patrones con los que tuve que lidiar. Explotadores. De hecho uno de ellos me quitó el pasaporte y no me lo devolvió. Fue el mismo que, tiempo atrás, me había prometido un trabajo por un sueldo fijo y cuatro raciones de alimentos diarias, sin que nada de eso se cumpliera. A pesar de que lo demandé por lo del pasaporte, aún no obtengo respuesta", narra.

Lo que más quiere es arraigarse, cuestión imposible para algunos, producto de los precarios trabajos a los que deben acceder y lo complejo que les resulta aprender el español. "Cuéntale los problemas que han habido con nosotros", le piden en idioma creolé sus compañeros migrantes, todos ellos con menos de un año en nuestra ciudad.

Lo que más les complica en este momento, es la dificultad que han tenido a la hora de sacar sus documentos, sin los cuales no pueden ejercer un trabajo decente. Además, está el problema de la discriminación, a pesar de haber sido bien recibidos en la iglesia. "Hay muchos que se fijan primero en el color de piel antes que en los conocimientos o el esfuerzo", dice Acernio.

Por ahora Acernio Saine pasa sus días con sus compañeros del mercado Cardonal, entre frutas, verduras, cargas y risas. Esperando fervientemente el día en que pueda arrendar un lugar en donde recibir a su pareja, Divosia, y a su hijo Schesneison Saine, y poder establecerse como familia en nuestro país.

Sebastián Mejías Oyaneder - La Estrella de Valparaíso

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