CARDENAL EN
BARCELONA
O’Brien, que dirige desde el 2011 la
orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, fue antes cura castrense, en la academia
militar de West Point y en Vietnam durante la guerra
“No olvidéis que el Reino de Dios no se conquista con la
espada, sino con la fe comprometida y la caridad verdadera”. Es una de las
peticiones del ritual de investidura de los caballeros de la Orden Ecuestre del
Santo Sepulcro de Jerusalén. Este sábado por la mañana la repetirá el cardenal
Edwin F. O’Brien, Gran Maestro de la orden, en la catedral de Barcelona
mientras cruza la espada por encima del hombro de los nuevos caballeros.
Después, las nuevas damas también recibirán el lazo de la orden de manos del
Gran Maestro. Con este ritual se sumarán a los 30.000 miembros que tiene hoy
por todo el mundo esta institución vaticana con raíces en las cruzadas del siglo
XI.
La Lugartenencia de España Oriental, que incluye los
territorios de la antigua Corona Catalano-Aragonesa y Navarra, tiene 350
miembros y el Gran Prior es el cardenal Lluís Martínez Sistach, que sucedió al
arzobispo Elías.
Se trata de una antigua orden de caballería que lejos de
ser barrida por la modernidad los últimos años ha visto cómo aumentaban sus
miembros. Obviamente, los caballeros ya no son militares, ni nobles, ni las
damas se dedican a asistirlos cuando vuelven de matar moros. Hoy la principal
finalidad es sostener económicamente el Patriarcado Latino de Jerusalén, la
representación de la Iglesia católica latina en Tierra Santa que incluye los
territorios de Israel, Palestina, Jordania y Chipre.
Arriba, caballeros de la Orden del Santo sepulcro. Sobre estas líneas, el cardenal O’Brien, de 77 años, que oficiará hoy el ritual de investidura de nuevos miembros en la catedral de Barcelona
Hoy, ser caballero o dama del Santo Sepulcro sí que
requiere tener suficiente capacidad económica para comprometerse a aportar
dinero para Tierra Santa. El último año destinaron 13 millones de euros, que es
buena parte del presupuesto del Patriarcado, con lo que puede mantener las
escuelas, hospitales, dispensarios o asilos que tienen en la zona. Servicios
que se ofrecen a toda la población y que, por ejemplo, permite la convivencia
en el ámbito escolar entre cristianos y musulmanes. También para evitar que se
siga reduciendo la población cristiana en Tierra Santa. Una preocupación
añadida los últimos años ha sido la reconstrucción de Gaza o la atención a los
refugiados de Jordania.
En el siglo XIX, Pío IX ya reformó esta orden de
caballería para darle el formato actual. Y León
XIII incorporó a las mujeres en 1888. Se mantiene la
antigua nomenclatura, grados, distinciones, hábitos y capas. Pero la finalidad
también es cultivar la espiritualidad de los miembros y que participen en la
vida de la Iglesia diocesana.
“Aceptar la capa del Santo Sepulcro de Jerusalén
significa comprometerse a anunciar un mensaje de esperanza mediante el estilo
de vida que llevamos”, así lo recordaba recientemente el cardenal O’Brien a los
caballeros y las damas. El año pasado, también les hizo un llamamiento para
comprometerse en la acogida de refugiados que el papa Francisco pidió
directamente a las parroquias europeas: “Les pido que miren cómo responder a
esta exigencia, esperando ser informado de los resultados”.
Edwin Frederick O’Brien, nacido en el distrito
neoyorquino del Bronx en 1939, sabe muy bien qué es una crisis, la disciplina y
las órdenes militares de verdad. Su servicio sacerdotal se inició en el
ejército, en la academia militar de West Point. Como cura castrense estuvo dos
años en Vietnam, de 1971 a 1972. Obtuvo el rango de capitán en la 173 Brigada
Aerotransportada y después en la 1.ª Brigada de Caballería. Acompañado de un
pastor protestante iba al frente en helicóptero para asistir espiritualmente a
los soldados. Después de eso todo le debió parecer fácil.
Con posterioridad, la vida de O’Brien transcurre entre
Roma y Estados Unidos. Obtuvo el doctorado en Roma sobre la propuesta moral del
metodista Paul Ramsey. Vuelve a su diócesis de Nueva York donde le encargan
varias tareas complicadas, como coordinar la visita de Juan Pablo II de 1979.
De nuevo en Roma dirige durante cuatro años el Pontificio Colegio
Norteamericano, un gran complejo con vistas al Vaticano desde el Janiculum. Y
de vuelta a Estados Unidos, en 1996 es nombrado obispo auxiliar de Nueva York y
poco después arzobispo de los servicios militares de Estados Unidos. Diez años
después, Benedicto XVI lo nombra arzobispo de Baltimore. Hasta el 2011, cuando
le llama para volver a Roma y dirigir la Orden Ecuestre, que ya no tiene caballos.
Ahora sus viajes son a otra zona de conflicto permanente, Tierra Santa. Para
intentar poner paz. Fuente: La Vanguardia
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