sábado, 8 de octubre de 2016

EDWIN FREDERICK O’BRIEN, EL JEFE CATÓLICO DEL ‘EJÉRCITO’ PROTECTOR DEL SANTO SEPULCRO

CARDENAL EN BARCELONA
O’Brien, que dirige desde el 2011 la orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, fue antes cura castrense, en la academia militar de West Point y en Vietnam durante la guerra

“No olvidéis que el Reino de Dios no se conquista con la espada, sino con la fe comprometida y la caridad verdadera”. Es una de las peticiones del ritual de investidura de los caballeros de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén. Este sábado por la mañana la repetirá el cardenal Edwin F. O’Brien, Gran Maestro de la orden, en la catedral de Barcelona mientras cruza la espada por encima del hombro de los nuevos caballeros. Después, las nuevas damas también recibirán el lazo de la orden de manos del Gran Maestro. Con este ritual se sumarán a los 30.000 miembros que tiene hoy por todo el mundo esta institución vaticana con raíces en las cruzadas del siglo XI.

La Lugartenencia de España Oriental, que incluye los territorios de la antigua Corona Catalano-Aragonesa y Navarra, tiene 350 miembros y el Gran Prior es el cardenal Lluís Martínez Sistach, que sucedió al arzobispo Elías.

Se trata de una antigua orden de caballería que lejos de ser barrida por la modernidad los últimos años ha visto cómo aumentaban sus miembros. Obviamente, los caballeros ya no son militares, ni nobles, ni las damas se dedican a asistirlos cuando vuelven de matar moros. Hoy la principal finalidad es sostener económicamente el Patriarcado Latino de Jerusalén, la representación de la Iglesia católica latina en Tierra Santa que incluye los territorios de Israel, Palestina, Jordania y Chipre.

Arriba, caballeros de la Orden del Santo sepulcro. Sobre estas líneas, el cardenal O’Brien, de 77 años, que oficiará hoy el ritual de investidura de nuevos miembros en la catedral de Barcelona

Hoy, ser caballero o dama del Santo Sepulcro sí que requiere tener suficiente capacidad económica para comprometerse a aportar dinero para Tierra Santa. El último año destinaron 13 millones de euros, que es buena parte del presupuesto del Patriarcado, con lo que puede mantener las escuelas, hospitales, dispensarios o asilos que tienen en la zona. Servicios que se ofrecen a toda la población y que, por ejemplo, permite la convivencia en el ámbito escolar entre cristianos y musulmanes. También para evitar que se siga reduciendo la población cristiana en Tierra Santa. Una preocupación añadida los últimos años ha sido la reconstrucción de Gaza o la atención a los refugiados de Jordania.

En el siglo XIX, Pío IX ya re­formó esta orden de caballería para darle el formato actual. Y León
XIII incorporó a las mujeres en 1888. Se mantiene la antigua ­nomenclatura, grados, distinciones, hábitos y capas. Pero la finalidad también es cultivar la espiritualidad de los miembros y que participen en la vida de la Iglesia diocesana.

“Aceptar la capa del Santo Sepulcro de Jerusalén significa comprometerse a anunciar un mensaje de esperanza mediante el estilo de vida que llevamos”, así lo recordaba recientemente el cardenal O’Brien a los caballeros y las damas. El año pasado, también les hizo un llamamiento para comprometerse en la acogida de refugiados que el papa Francisco pidió directamente a las parroquias ­europeas: “Les pido que miren cómo responder a esta exigencia, esperando ser informado de los resultados”.

Edwin Frederick O’Brien, nacido en el distrito neoyorquino del Bronx en 1939, sabe muy bien qué es una crisis, la disciplina y las órdenes militares de verdad. Su servicio sacerdotal se inició en el ejército, en la academia militar de West Point. Como cura castrense estuvo dos años en Vietnam, de 1971 a 1972. Obtuvo el rango de capitán en la 173 Brigada Aerotransportada y después en la 1.ª Brigada de Caballería. Acompañado de un pastor protestante iba al frente en helicóptero para asistir espiritualmente a los soldados. Después de eso todo le debió parecer fácil.


Con posterioridad, la vida de O’Brien transcurre entre Roma y Estados Unidos. Obtuvo el doctorado en Roma sobre la propuesta moral del metodista Paul Ramsey. Vuelve a su diócesis de Nueva York donde le encargan varias tareas complicadas, como coordinar la visita de Juan Pablo II de 1979. De nuevo en Roma dirige durante cuatro años el Pontificio Colegio Norteamericano, un gran complejo con vistas al Vaticano desde el Janiculum. Y de vuelta a Estados Unidos, en 1996 es nombrado obispo auxiliar de Nueva York y poco después arzobispo de los servicios militares de Estados Unidos. Diez años después, Benedicto XVI lo nombra arzobispo de Baltimore. Hasta el 2011, cuando le llama para volver a Roma y dirigir la Orden Ecuestre, que ya no tiene caballos. Ahora sus viajes son a otra zona de conflicto permanente, Tierra Santa. Para intentar poner paz.  Fuente: La Vanguardia

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