UN ARTISTA EXTRAÑO PERO GENIAL
El Museo
del Prado celebra el V centenario del gran pintor holandés con una exposición
irrepetible que reúne 21 de las 25 obras atribuidas al más extraño de los
artistas del siglo XVI
Antes o
después se pasa por El Bosco. En el Museo del Prado y (quizá sin saberlo) en la
vida. Pocos pintores levantan aún, cinco siglos después de su muerte, un enigma
tan intacto. De El Bosco se desconoce casi todo. Exactamente todo, menos algún
detalle suelto de su vida, de su mundo. Se llamaba Jheronimus van Aken y es un
artista instalado en esa línea que va del terror a la fantasía y de lo
moralizante al delirio se instala. Nació en la ciudad (hoy holandesa) de
Hertogenbosch en 1450. Y a partir de ahí, conjeturas. También perturbación.
Aquel
hombre del que apenas se conoce algún detalle suelto es uno de los creadores
más explorados. El que mejor dispara la literatura en el otro. El que suma
decenas de teorías sin perder el misterio. Desde la condición moralizante de su
obra hasta la representación de los pecados capitales o la propensión
admonitoria, El Bosco lo soporta todo. Y sale con la risa por delante. Es el
hombre que funda la imaginería surrealista extrayendo del mundo su espesor
satirizante. Haciendo palanca en lo real desde la libertad de quien se desliza
por los rincones más oscuros de la imaginación, de la extravagancia y de la
sospecha.
El Bosco,
un creador tan de detalle, crece si pasea en conjunto. De ahí lo excepcional de
la exposición que mañana [por el lunes] inauguran los Reyes en el Museo del
Prado: El Bosco. La exposición del V Centenario, patrocinada por la Fundación
BBVA y de la que es comisaria Pilar Silva, jefa del Departamento de Pintura
española (1100-1500) y Pintura flamenca y Escuelas del norte de la pinacoteca.
De las 25
pinturas que se conservan del artista, el Prado acoge 21 en esta cita, además
de seis dibujos. La mayoría de las piezas 'extranjeras' no se han visto antes
en España. "La exposición es excepcional porque vamos a tener la mayor
concentración de obras de El Bosco que se han reunido", sostiene Silva.
"A lo largo de la historia hay hitos, como las exposiciones de 1967 en su
pueblo natal y la de Rotterdam en 2001, pero en ninguna había piezas esenciales
como El jardín de las delicias, que es del Prado. Así que ésta es una
oportunidad única".
A los 12
años asistió al incendio de parte de su ciudad. Más de 4.000 casas ardieron.
Aquella escena del fuego le acompañó siempre y se fue colando en sus tablas. Ya
firmaba como Bosch y aprendía técnica en el taller familiar, donde trabajaba
con su padre, sus tíos y primos. El misticismo prerreformista hacía nido en el
joven aprendiz de pintor que hace cinco siglos generó una secuencia de imágenes
prodigiosas que aún siguen cifradas, pero que aceptan interpretaciones infinitas,
en dirección contraria a la rígida formalización académica que ha marcado el
patrón de 'lectura' de este artista.
Resulta
paradójico que un creador tan libertino mantenga en parte de su obra una
voluntad tan moralizante. Sus trabajos sobre la pasión de Cristo, la
representación de los Evangelios, el juicio final o los pecados capitales eran,
a la vez, un extraordinario manifiesto de contradicciones. Aquel hombre capaz
de pintar a los Reyes Magos con devoción representaba después un cerdo con
hábito de monja. Sus obsesiones pasaban también por las escenas del infierno y
del pecado (o sus alrededores). El carro del heno es una reflexión fastuosa
sobre la vida mundana. Y La nave de los locos es un festival delirante que
tiene también el pecado como bujía.
Detalle del Tríptico de Las tentaciones de San Antonio Abad
El Bosco es
en sí mismo un género. Discípulos y seguidores lo copiaron. Su obra adquirió
fama y atenciones cada vez más entusiastas. Y Felipe II se aupó como su más
fiel coleccionista. Reunió en España un gran número de obras de su mano (seis
conserva el Prado), pero sólo han llegado hasta aquí las que mandó trasladar a
El Escorial.
Las
extrañezas que desata El Bosco llegan también hasta el lugar de las dudas sobre
la autoría de algunas piezas. El Bosch Research Project de Holanda desatribuye
tres de las obras que conserva El Prado: Las tentaciones que de San Antonio, La
mesa de los pecados capitales y El carro de heno. El Prado, después de estudios
científicos, documentales y de historia del arte, rechaza plenamente los
argumentos de sospecha.
Lo más cierto, lo aún exacto es que la exacta
interpretación del trabajo de El Bosco es uno de los grandes caudales no sólo
del arte, sino de la literatura. Y así seguirá. Y nunca mejor para adivinarlo
que una exposición de cuerpo entero como la del Museo del Prado. Casi una
explosión de libertad, de ironía, de sueños y temores.
Fuente: El Mundo - Antonio Lucas
No hay comentarios:
Publicar un comentario