UNA PREGUNTA QUE MAS DE UNA VEZ A PASADO POR SU MENTE
Los reinos petrolíferos no los
aceptan para no poner en peligro su estabilidad social y su peculiar sistema de
subsidios
La crisis de los emigrantes
ilegales en Europa, y la acogida de millones de ellos en atestados campamentos
en Turquía, Líbano y Jordania, plantea la pregunta más razonable: ¿por qué no
huyen los sirios y los iraquíes a los cercanos países del Golfo, ricos y además
musulmanes?
La respuesta es simple:
ninguno de esos países está dispuesto a recibirlos en grandes cifras. La
voluntad de rechazo es tan categórica que ninguna instancia internacional
implicada, ni la ONU ni la Unión Europea, ha hecho siquiera el intento.
Arabia Saudí, con su régimen
fundamentalista estricto, no es plato de buen gusto para sirios e iraquíes,
acostumbrados a respirar otras atmósferas, incluso bajo las anteriores
dictaduras laicas. Pero ni Riad ni los demás países del Golfo Pérsico más
tolerantes -Emiratos Árabes Unidos (EAU), Kuwait, Qatar, Omán y Bahréin- desean
refugiados. Todos ellos son países recientes, sin ninguna tradición de acogida
de extranjeros que no sean trabajadores sometidos a una legislación muy
estricta de residencia. Los que llaman con un eufemismo “expatriados” son
profesionales occidentales, atraídos por sueldos muy elevados, o mano de obra
asiática -en particular filipina e india- sometida de hecho a un régimen
cercano a la esclavitud. Sus visados tienen por lo general una duración de dos
años, aunque suele ser prorrogable.
Una llegada masiva de sirios
supondría una amenaza para los países árabes del Golfo en muchos sentidos.
Salvo Arabia Saudí -con sus 30 millones de habitantes- los demás reinos
petrolíferos del Golfo tienen poca población, y temen verse desbordados en términos
proporcionales si comienzan a distribuir estatus de refugiados. De ahí que no
concedan la nacionalidad a extranjeros más que con cuentagotas.
Junto al demográfico juega el
factor económico. Ningún país árabe del Golfo quiere compartir con otros la riqueza
petrolífera, que concede a sus ciudadanos pensiones vitalicias desde la cuna a
la sepultura. Esa mentalidad de subsidio vinculado a la ciudadanía explica la
escasez de estímulos para el estudio y para el desarrollo de una industria
propia, un handicap asumido que sitúa a los árabes del Golfo en abierta
inferioridad frente a los sirios, mucho más educados. Agencias
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