martes, 16 de junio de 2015

1845: UNA TRÁGICA EXPEDICION

Durante su viaje al Ártico, y tras verse obligados a abandonar sus navíos, 130 marineros británicos fallecieron en extrañas circunstancias. Ahora se han hallado nuevas evidencias de su posible destino
Corría 1845 cuando dos navíos de la marina británica, el «HMS Erebus» y el «HMS Terror», partieron de Londres en un viaje dedicado al descubrimiento. La dirección de aquella expedición corría a cargo de James Clark Ross, quien pretendía descubrir una ruta marítima entre el Atlántico y el Pacífico a través de las aguas del Ártico. Todo ello, en nombre de la «Royal Navy». Sin embargo, aquellos buques nunca regresaron a Gran Bretaña por causas todavía desconocidas y misteriosas. De ellos tan solo se sabe que murieron y que, según se cree, antes de ello tuvieron que recurrir al canibalismo para poder sobrevivir sin comida después de que sus bajeles se encallaran en el hielo del Polo.
Aunque han pasado exactamente 170 años desde aquel trágico suceso, la expedición de Clark ha vuelto a salir a la luz de la actualidad gracias al trabajo de una expedición dirigida por Doug Stenton (Director del Departamento de Cultura y Patrimonio de Nunavut –al norte de Canadá-). Y es que, tanto el como los miembros de su equipo (quienes ya en 2014 encontraron en la región los restos del «HMS Erebus») han logrado reconstruir el rostro de uno de los marineros de la expedición en base un cráneo recuperado hace varios años en el norte del país. De hecho, creen haber descubierto la identidad de este marino y han solicitado a sus posibles descendientes que se sometan a unas pruebas de ADN para corroborar sus sospechas
UNA TRÁGICA EXPEDICIÓN
La expedición partió del puerto de Londres el 19 de mayo de 1945. Dirigida por Clark (un marino que había combatido en Trafalgar y había llevado a cabo todo tipo de viajes a las zonas más recónditas del globo) contaba con dos buques equipados con tecnología punta para la época: el «HMS Erebus» y el «HMS Terror». Ambos habían sido reforzados para resistir las bajas temperaturas y sumaban en su interior un total de 130 hombres como tripulación. Su objetivo: hallar una ruta que permitiera a la «Royal Navy» viajar del Atlántico al Pacífico a través de los helados mares ubicados al norte de Canadá.
Tal seguridad desprendía la expedición, que fue calificada de «imparable» por sus tripulantes. Una triste ironía. La última vez que se les vio fue en la bahía de Baffin (uno de los extremos norte de Canadá), donde dos buques balleneros les despidieron antes de que se introdujeran en el Paso del Noroeste (una ruta sumamente peligrosa que conectaba ambos océanos). Algunas semanas después, los barcos encallaron en el frío hielo del Ártico y los marinos se vieron obligados a abandonarlos y desembarcar. Allí les esperaba el frío, la falta de comida y la desesperación.
Aunque se desconoce qué fue de estos soldados, las leyendas (tal y como afirma el diario «Daily Mail»)- dicen que fueron muriendo por todo tipo de causas entre las que se incluyen el frío, el escorbuto y, por descontado, hambre. Todo ello, mientras trataban de viajar tierra adentro para salvar su vida. Nunca se volvió a ver a los 130 marinos. Su leyenda, además, se acrecentó debido a los cazadores inuit, unos nativos de la zona que hablaron de hombres blancos que en los siguientes meses fueron muriendo paulatinamente por congelación.
RECUPERANDO LA MEMORIA
Tras la muerte de los miembros de la tripulación, poco se supo de su paradero hasta 1993, año en que se encontraron algunos de sus restos en tierra. Lo mismo sucedió en 2014, cuando los arqueólogos hallaron lo que quedaba del Erebus frente a la costa canadiense (en la isla del Rey Guillermo, más concretamente). Con todo, ha habido que esperar hasta esta misma semana para que Stenton haya anunciado la identificación de uno de los marineros. Para ello, el investigador utilizó novedosas técnicas de reconstrucción facial en un cráneo de uno de los fallecidos en la expedición.
Tras ver su rostro, han determinado que los restos podrían ser los de James Reid, quien posó para una fotografía poco antes de partir en la expedición. Por ello, los expertos han hecho un llamamiento a sus descendientes con el objetivo de que se hagan unas pruebas de ADN y poder determinar así si el fallecido ballenero británico o no. Los restos, según han determinado los expertos, fueron encontrados en el norte de Canadá, cerca de una posible ruta que el grupo pudo seguir para ponerse a salvo. La investigación, por su parte, ha sido publicada en la revista «Registro Polar».  ABC


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