POR
QUÉ EL CERRO SANTA LUCÍA NO SE LLAMA “WELÉN”
Publico este escrito,
sabiendo de antemano que de nada servirá, ya que, como veremos, el cambio de
nombre del cerro Santa Lucía por “Welén”, no tiene nada que ver ni con la
historia ni con los hechos: es parte de la agenda política revolucionaria
cultural, de carácter de construccionista, que está llevando adelante la “Nueva
Mayoría”, y –para esa agenda–, la Historia y los Hechos no tienen importancia,
salvo en la medida en que, precisamente, puedan ser materia de deconstrucción.
Comencemos señalando algo
evidente: “Huelén” no es un topónimo –el nombre de un lugar–, sino un
patronímico, el nombre de alguien.
Sucede lo mismo con el
nombre “Huechuraba”, nombre del cacique en cuyo territorio se encontraba el Cerro
al que los conquistadores llamaron de Montserrat, actual Cerro Blanco: “el
cerro del cacique Huechuraba”, no el “cerro Huechuraba”.
De igual modo, el actual
cerro San Luis –donde el curaca incásico de Aconcagua, Vitacura, ordenó
construir un pequeño pucará cuando fue destinado por el Inca al valle del
Mapocho, a la llegada del cacique Michimalonco desde El Cuzco–, no se llamaba
“Cerro Vitacura”, sino que era el “cerro del curaca Vitacura”, porque, al igual
que Huelén y Huechuraba, Vitacura era el nombre de alguien, no de un lugar.
Finalmente, para no
abundar en lo obvio, el actual Cerro Navia –que también habría pertenecido al
territorio del cacique Huelén Huala lo que recuerda la actual Avenida Huelén en
esa comuna, originalmente un “lugarejo:
es corto, con agencia postal i se encuentra a unos 9 kilómetros hacia el NW de
la ciudad de Santiago”, según consignó, en 1924, el Diccionario Geográfico
de Chile, de Luis Riso Patrón– fue llamado por los españoles el cerro de “La
Guaca” –del quechua wak’a–, ya que en él existió un adoratorio indígena, que
los incas resacralizaron y del cual hoy no quedan vestigios. Un adoratorio
similar probablemente también existió en el cerro Santa Lucía.
Siguiendo con la lógica
anterior, ese cerro también era “del cacique Huelén Huala”, aunque hasta ahora,
que sepamos, a nadie en la comuna de Cerro Navia se le ha ocurrido cambiarle el
nombre por “Huelén”.
Señalado lo evidente,
agreguemos otras consideraciones menos obvias, aunque probablemente mucho más
relevantes.
En las Cartas de Relación
de Pedro de Valdivia, escritas entre 1545 y 1552; en las tres primeras crónicas
escritas en Chile: la “Crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de
Chile” de Jerónimo de Vivar, que abarca desde 1539 hasta 1558; en la segunda
“Historia de todas las cosas que han acaecido en el reino de Chile y de los que
lo han gobernado”, de Alonso de Góngora y Marmolejo, que relata los hechos de
la conquista hasta 1575, y en la tercera, la “Crónica del Reino de Chile”, de
Pedro Mariño de Lobera, reescrita por el padre jesuita Bartolomé de Escobar,
que abarca hasta 1595; así como en el poema épico “La Araucana”, de Alonso de
Ercilla y Zúñiga, publicado en 1569, NO aparece mención alguna al cacique
“Guelén Guala”, o “Huelén Huala”, o “Huelén Huara”…
Donde sí aparece
mencionado el nombre, es en las Actas del Cabildo de Santiago, el 14 de abril
de 1553, día en que el Cabildo otorgó a Pero Gómez de don Benito, para
beneficio de sus indios encomendados, una merced de tierras “…para que se
sustenten, pues se les quitaron las que ellos solían tener, para poblar esta
ciudad y otras cosas que convino a los conquistadores y pobladores de ella; […]
remitieron a los señores Juan Jufré, alcalde y Juan Gómez, regidor, para que
vayan a ver las tierras que están junto a la dicha acequia, que solían ser de
los mitimaes del Inga, y le den y señalen al dicho Pero Gómez para que los
dichos sus indios se puedan sustentar, que se entiende donde se puedan y estar
allí poblados el principal Guelen Guala y sus indios, la cantidad de tierras
que les pareciere que se les puede dar, como los comarcanos no reciban
menoscabo….” (Actas del Cabildo de Santiago 1861: 346,347. Sesión del 14 de
abril de 1553).
Y en efecto, el 4 de
agosto de 1553, Juan Jufré, Alcalde y Juan Gomez Regidor, señalaron que “… por
los dichos señores del cabildo les fue mandado que fueren a ver y señalar
ciertas tierras que pide el señor Pero Gómez, alcalde, por virtud de un
mandamiento del señor gobernador. Por tanto ellos vieron las dichas tierras,
que son en Quinamba, que están entre los indios de Bartolomé Flores, vecino de
esta dicha ciudad, y los del dicho Pero Gómez, y se riegan con el acequia del
río Claro; y señalaron un pedazo de tierra para los indios de dicho Pedro
Gómez, el cual empieza desde la acequia que sale del dicho rio Claro, con la
mitad de la dicha acequia, debajo de los mojones y señales […] que las dichas
tierras las haya e tenga el dicho Pedro Gómez como cosa suya propia, para los
dichos sus indios, porque se la den recompensa de las tierras que quitaron a
sus indios para poblar esta dicha ciudad…” (Actas Cabildo de Santiago 1861:
357).
En términos sencillos, el
Cabildo entregó el actual poblado de “El Principal”, precisamente llamado así
por el “principal Guelen Guala y sus indios”, en Pirque, donde el río Clarillo
se une al río Maipo, por orden de don Pedro de Valdivia, en compensación por
las tierras que debieron abandonar al fundarse Santiago.
Tampoco en este caso,
hasta donde sabemos, a ningún habitante del “El Principal” de Pirque, se le ha
ocurrido cambiar el nombre del poblado por “Welén”.
Es entonces, desde las
actas citadas, donde aparece mencionado por primera vez el Cacique “Guelen
Guala”, cuyas tierras originales “…se les quitaron las que ellos solían tener,
para poblar esta ciudad”.
Toda la argumentación
sobre el supuesto nombre de “Guelen” para el cerro Santa Lucía, se basa
entonces únicamente, en la noción de que ese cerro habría sido parte de las
tierras del cacique, que habría tenido que abandonar al fundarse Santiago.
Pero, una vez más, es
absolutamente evidente que el cerro no se llamaba “Guelen” –y mucho menos
“Welén”, como veremos–, sino que únicamente había pertenecido al cacique de
dicho nombre, al igual que probablemente el cerro Navia, o de “La Guaca”.
Serán entonces los
Historiadores posteriores a los Cronistas, basados únicamente en las Actas del
Cabildo, los que hablarán del cerro del “principal Guelen Guala”, para
referirse al cerro, precisamente porque nunca supieron el verdadero nombre que
tenía el cerro antes de la llegada de los Españoles.
Pero eso no es todo.
Debemos a don Benjamín
Vicuña Mackenna la supuesta “traducción” de “Huelén” por “dolor, desdicha”.
En efecto, en “Historia
Crítica y Social de la Ciudad de Santiago”, sostiene: “… i el más importante de
todos, Huelen-Huala, señor del sitio en que iba a edificarse la nueva ciudad,
pues aquí es preciso decir que la colina misteriosa, a cuyo derredor estaba
agrupado el vasto caserío indíjena, llamábase Huelen, nombre que en indio
quiere decir dolor, desdicha i que harto grande lo fue para los suyos, pues de
ellos solo quedan hoi como memoria, a manera de colosales lápidas, sus áridos
peñones”.
En la primera gramática y
diccionario bilingüe, castellano-mapudungun editada en 1684, llamado “Arte y
gramatica general de la lengua que corre en todo el Reyno de Chile” , del Padre
Luis de Valdivia, el término “Huelén” NO aparece. Tampoco aparece “Guelen”, ni
mucho menos “Welén”. Sí aparece “Huele cuu”= mano izquierda”.
Sin embargo, aún más
relevante es que la palabra: “Dolor” sí existe en mapudungun… pero no se
escribe ni se pronuncia “Huelén”, y no tiene sentido moral, sino de enfermedad
física: se escribe y pronuncia Kutran.
Algunos argumentan que
“Huelén / Guelen” es un derivado de “Huele / Guele”, es decir, “izquierda”, y
afirman que “la izquierda es de mala suerte en el mundo mapuche”, de donde
“Guele-n” sería “tener mala suerte”. Y deconstruyendo el término, indican: We:
nuevo; le: partícula de estado, indica que se “está”; n: verbalizador, de donde
“We-le-n” sería “Estar nuevo”= renovado. ¿”Dolor”, “desdicha”, “tener mala
suerte” o “estar renovado”?
En estos casos, el cacique
principal se habría llamado, o bien el “Pato Doloroso”, el “Pato Desdichado”,
el “Pato con Mala Suerte” o el “Pato Renovado”… o al revés, el “Doloroso Pato”,
el “Desdichado Pato”, el “Maldito Pato”, o el “Renovado Pato”.
Curiosos nombres por decir
lo menos para el señor “Pato” (“Huala, Guala o Guara”, es precisamente, el
nombre vernacular del “Pato Huala”, Podiceps major) ¿Y si en realidad el nombre
del Señor Pato era el “Pato Zurdo” o “Huele cuu Huala”? Dicho en castellano,
algo así como “Patricio Izquierdo”… al menos suena bastante mejor, y mucho más
lógico, ¿no cree?
Ahora bien, si de lo que
se trata es de consagrar el cerro a la “Izquierda”, entonces se llamaría
“Huele”. Aunque a nuestro juicio el
cerro en realidad se habría llamado “Huetén” o “Huentén”, el “Nuevo cerro Ten
Ten”, como hemos explicado latamente en nuestra investigación sobre la
fundación de Santiago.
Vista del Cerro Santa Lucia desde la calle Santa Rosa, se aprecia el Convento de Santa Clara
Año 1874 - Foto Museo Archivo Nacional
Para finalizar, el hecho
es que el cerro nunca se llamó “Huelén” ni “Guelen”, ni mucho menos “Welén”…
era simplemente un cerro que aparentemente estaba en los terrenos del cacique
“Pato Zurdo”, y tanto los historiadores como los lingüistas, han venido
utilizando ese patronímico como toponímico… porque la verdad es que ninguno
sabe realmente –y posiblemente nunca sabremos–, como llamaban realmente al
cerro los pobladores prehispánicos del Mapocho, y cómo lo llamaron los Incas
posteriormente.
Lo que sí sabemos, y
estamos absolutamente seguros, es el por qué el cerro se llama Santa Lucía, y
por qué ese es nombre que mejor refleja su función.
Pedro de Valdivia fue
invitado por el Gobernador inca Qulicanta y los principales caciques del
Mapocho, el 13 de Diciembre de 1540, día de Santa Lucía, para cruzar el río
Mapocho desde su campamento a los pies del cerro de Montserrate, –donde ya se
había hecho la primera misa a la llegada de los españoles–, y ese día subió al
cerro del que ignoramos su nombre indígena.
Fue invitado ese día y no
otro, porque el 13 de Diciembre de 1540 –en calendario Juliano, que era en
entonces en uso–, corresponde a nuestro 23 de Diciembre en nuestro actual
Calendario Gregoriano: era el día del Solsticio de Verano, fiesta incásica del
Capac Raymi o “Fiesta de los Caballeros”, un día absolutamente sagrado, en que
el cerro fue precisa y correctamente consagrado a la “Santa que porta la Luz”,
Santa Lucía, precisamente la que anuncia la llegada del Solsticio.
Ese día, fue tan
importante también para el propio Pedro de Valdivia, que, significativamente,
construyó una Ermita a los pies del cerro, precisamente dedicada a Santa Lucía.
Porque ese día único, el
primer rayo del Sol apareciendo sobre la formación “El Abanico”, junto a la
cumbre del cerro Punta de Damas, pasaba por sobre el cerro Santa Lucía e
iluminaba la “Cancha” del centro administrativo incásico del Mapocho, nuestra
actual Plaza de Armas, que se sitúa precisamente donde está –desde antes de la
fundación de Santiago–, porque como hemos comprobado en nuestra investigación
“El Secreto de la Fundación de Santiago”, la plaza y anterior cancha, es un
centro astronómico desde el cual se podía medir el transcurso del año solar
entre ambos solsticios, contra el cerro Santa Lucía en Verano, y la
intersección del cerro San Cristóbal contra el cordón del cerro El Plomo en
Invierno. Un Axis Mundi único que permaneció secreto por 473 años hasta nuestro
descubrimiento.
A su vez, como hemos
señalado, Santa Lucía es la cristianización de la Diosa griega Artemisa,
hermana de Apolo, el Dios de la Luz.
En efecto, la leyenda de
Santa Lucía cuenta que nació en una familia de patricios romanos de Siracusa,
que se habían convertido al cristianismo, y estaba prometida a un joven noble
pagano. Sin embargo, gracias a la curación milagrosa de su madre, ella prometió
vivir al servicio de Cristo e hizo votos de castidad. Despechado, su
pretendiente la acusó al procurador romano, quien la interrogó, y en principio
la castigó a ser llevada a un lupanar para ser violada. Sin embargo, aunque
intentaron moverla incluso con toros (Tauro), no pudieron hacerlo. Entonces la
procesaron por brujería. Le sacaron los ojos y ella siguió viendo, y finalmente
la quemaron y decapitaron. En el mito –aquí sumamente resumido–, subyacen las
claves para comprender la re semantización cristiana del símbolo subyacente.
En efecto, dos estrellas
de la Constelación de Tauro -Theta Tauri 1 y 2-, cuya separación es apreciable
a simple vista, son llamadas “Los ojos de Lucía”. Tauro -el Toro-, es la
constelación que se encontraba antes de Piscis en la precesión de los
Equinoccios, y cuando este ciclo fue descubierto, surgió el culto al Dios
Mitra, adorado particularmente por las Legiones romanas -que sacrifica al toro-
dando paso a la Era de Piscis donde se desarrollará el Cristianismo. En el
cristianismo primitivo, muchas de las características de Mitra serán heredadas
por Cristo, incluyendo su fecha de nacimiento: la “Navidad”: el Solsticio.
Esas dos estrellas, la
noche del 13 de Diciembre (en calendario Juliano), 21/23 en Gregoriano, se
encuentran precisamente en el Cenit, como anunciadoras del Solsticio. Eso mismo
pasó en Santiago la noche del 13 de Diciembre de 1540.
De allí que Lucía sea “La
Portadora de la Luz”, y que se la invoque diciendo: “Santa Lucía, concédenos
desde el cielo que nos envíe Dios sus luces para ver siempre lo que debemos
hacer, decir y evitar”.
Por su parte, la Diosa
Artemisa, siendo muy niña, pidió a su padre Zeus que le concediera seis deseos,
entre estos: “permanecer siempre virgen”, y particularmente, ser la “dadora de
Luz” o Phaesporia, atributos que heredaría “Lucía”. Finalmente, la relación
entre Santa Lucía y Artemisa se hace evidente al comprobar que Siracusa fue
fundada como colonia griega por los Dorios, el año 734 a.C., y fue precisamente
dedicada a Artemisa.
Y curiosamente, la entrada
a escalera de la actual Ermita de Santa Lucía, cerca de la cumbre del cerro,
donde hoy descansan los restos mortales del propio Benjamín Vicuña Mackenna –en
sus palabras–, “está resguardada por una pequeña pero graciosa estatua de
Diana”, es decir, de la Diosa Artemisa, “que sirve de profano guardián a este
sendero”.
Sin embargo, y pese a todo
lo anterior, estoy cierto que la actual Alcaldesa de Santiago, doña Carolina
Tohá, logrará su propósito de cambiar el nombre del cerro Santa Lucía por
“Welén”.
Lo hará, porque para ella
no tiene importancia alguna ni la Historia ni los Hechos, sino lo que se puede
lograr con su deconstrucción.
Lo hará incluso utilizando
una letra que en castellano, y particularmente en el castellano de los
conquistadores, jamás existió: la anglosajona “W”, que originalmente los
primeros amanuenses escribían como UU (doble U), que denotaba la semiconsonante
germánica “W”, y que sólo se impuso a partir de la conquista normanda de
Inglaterra. ¿Welén?
Así que a mayor
abundamiento, la Alcaldesa no sólo le dará un nombre al cerro que nunca tuvo,
sino que además, lo hará impropiamente, utilizando una grafía que ni siquiera
tiene relación histórica con el nombre del cacique al que aparentemente se
quiere hacer referencia: “Guelen Guala”.
A partir de eso, y para no
ser menos, quizá los habitantes de Cerro Navia optaran también por cambiarle el
nombre al cerro y la comuna, y se también llamarán a su cerro “Welén”. Lo mismo
quizá podrían decidir los habitantes de “El Principal”, en Pirque, que también
debería llamarse “Welén… en fin, con ese ímpetu deconstruccionista, también
podría proponerse renombrar “Welén” al propio Santiago… en fin.
A la Alcaldesa Carolina
Tohá todo esto la tiene sin cuidado: ella quizá honestamente cree que el cerro
se llamaba “Welén”, y que constituye una especie de “justicia histórica”
“restituirle” ese nombre.
Lo que queda claro, es que
no importa la Historia, no importan los Hechos, no importa el significado
profundo de los símbolos y sucesos que llevaron a un pequeño puñado de
españoles a fundar la Patria en que hoy todos vivimos: No. Lo que importa
precisamente, es borrar todo eso, para “refundar culturalmente” un país al
gusto de la “Nueva Mayoría” que temporalmente detenta el poder.
Sin embargo, eso no
impedirá que cada Solsticio de Verano, en la Constelación de Tauro, los “ojos
de Lucía” sigan anunciando la llegada del Solsticio, que al amanecer seguirá
iluminando la Plaza de Armas, desde la cumbre del cerro de Santa Lucía.
Eso, señora Alcaldesa,
usted nunca podrá cambiarlo.
Santiago,
10 de Octubre de 2014
Por
Alexis López Tapia
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