jueves, 26 de agosto de 2010

UNA BONITA HISTORIA

La búsqueda del naufragio de la fragata HMS Wager

Foto: Cristian Donoso

Kayakista y explorador


Entre los años 2006 y 2007 realicé cinco expediciones al archipiélago de Guayaneco, con el objetivo preciso de encontrar los restos de la fragata británica HMS Wager, y establecer el lugar exacto donde naufragó.

Dos de esas expediciones las realicé en kayak de travesía, en forma totalmente autosuficiente.

La primera fue partiendo de Puerto Edén, y la segunda de caleta Tortel.

En la primera llevamos un equipo de buceo autónomo, cargando dos botellas de aire en los compartimentos estancos del kayak. Ese equipo estuvo destinado para las prospecciones submarinas más detalladas, ya que el grueso las realizamos con buceo apnea.

Durante las cinco expediciones completamos la exploración submarina de toda la costa norte de la isla Wager, buceando cerca de 30 kilómetros entre rocas y bajos, pasando por canales laberínticos llenos de locos, erizos y bosques de algas.

La prospección terminó sin éxito, ya que no encontramos ni el menor rastro del buque.

Sobre la costa tuvimos mejor suerte, encontrando algunas cuadernas de un buque de madera, hallazgo que se sumó a otro realizado por la Scientific Exploration Society.

Pero no estamos totalmente seguros de que estos hallazgos correspondan a la fragata Wager.

Hay dos indicios principales que apuntan a que esas cuadernas podrían pertenecer a la fragata.

El primero, que los restos encontrados datan del siglo XVIII, según análisis de Carbono 14 practicados sobre muestras de los pecios.

El segundo, que según los análisis anatómicos de las cuadernas se ha concluido que los restos serían de madera de fagáceas (Nothofagus sp.) que no se dan en Chile, muy probablemente Nothofagus robur, conocido como "roble europeo" o "encino inglés", ampliamente utilizado en Europa en construcción naval.

Pero eso no nos parece prueba suficiente para establecer la identidad del buque al que pertenecieron esas cuadernas, ya que existen antecedentes de otros naufragios de naves europeas en esa misma zona y época, y porque el sitio donde se han encontrado esos restos no concuerdan con las descripciones hechas por los náufragos sobre el lugar donde ocurrió el naufragio.

Estos hallazgos son sólo indicios de lo que constituiría la prueba definitiva, que sería el hallazgo de la artillería y lastre de fiero de la fragata.

¿Qué importancia tiene para nosotros la fragata Wager?

¿Cuál es su historia?

El naufragio de la fragata Wager fue la causa inmediata del inicio de un proceso de exploración y descubrimiento de la extensa zona de los archipiélagos de Patagonia, desde Chiloé hasta el cabo de Hornos, proceso que por cierto aún no ha terminado.

Después de las exploraciones de Ladrillero durante el siglo XVI en busca de la entrada occidental del estrecho de Magallanes, que fueron olvidadas con el correr del tiempo, este vasto territorio permaneció como terra incógnita, incluso al punto de desconocerse de que se trataba de un archipiélago, como se desprende claramente de la cartografía de la época, en donde la costa de Patagonia occidental que enfrenta el océano aparece como una línea continua, tal como la percibían los navegantes desde alta mar.

A partir del naufragio de la Wager, y con el temor de los ingleses establecieran una posición de avanzada en el área (lo que finalmente haría John Byron en islas Malvinas) el gobierno español despachó varias expediciones de exploración y patrullaje, que avanzaron sustancialmente en el conocimiento geográfico de la zona.


La primera de ellas, enviada inmediatamente después del naufragio de la Wager, descubrió a los antiguos canoeros que habitaban al sur del golfo de Penas, los antepasados de los actuales kaweshkar, dando así inicio al proceso de transculturación de las etnias del extremo austral de América.

Así, el naufragio de la fragata Wager es el punto de partida del encuentro de dos mundos, el de los archipiélagos con el de la civilización occidental.

Por otra parte, la historia del naufragio de la fragata Wager da cuenta de la posición geopolítica que ha ocupado Chile en el contexto mundial desde sus orígenes como nación, siendo la puerta de entrada de las potencias occidentales al océano Pacífico, y primer asilo después de superar la difícil navegación del mar austral.

Esa posición fue muy determinante para consolidar nuestra integración territorial con el extremo sur de América, especialmente con los territorios asociados a las rutas marítimas del Estrecho de Magallanes y Cabo de Hornos.

El naufragio de la fragata Wager se inserta dentro de un conflicto entre España e Inglaterra, conocido como “La guerra de la oreja de Jenkins”

El tratado de Ultrech de 1713, que puso fin a la Guerra de Sucesión, dejó a España mutilada y a Inglaterra gananciosa por ciertas cláusulas marítimas y coloniales.

Inglaterra había obtenido el privilegio de importar esclavos negros a las colonias españolas de América, y el libre tránsito de un barco de 500 toneladas, una vez al año, por esas mismas colonias.

Estos privilegios originaron abusos que debilitaron el comercio español en sus posesiones americanas. El contrabando inglés era en todas partes bien acogido y protegido. España trató de reprimirlo: tal fue la causa inmediata de que en el año 1739 Inglaterra y España se declararan la guerra, inmersos en el contexto de lograr una hegemonía mundial a base de sus posesiones ultramarinas.

El imperio inglés tenía dentro de sus proyectos incorporar territorios americanos y la Patagonia Occidental fue escenario de un episodio de este conflicto.
Del puerto de Portsmouth zarpó en 1740 una escuadra alistada bajo las órdenes del comodoro Anson, con la misión de arrebatarle a España los fuertes de Valdivia.

La escuadra de Anson se componía de los siguientes buques:

El navío Centurion, de 64 cañones y 400 hombres de tripulación, con la insignia del comodoro.

El navío Gloucester, a las órdenes del capitán Morris, de 50 cañones y 300 hombres.
El navío Savern, al mando del capitán Lags, de 50 cañones y 300 hombres.

La fragata Pearl, al mando del capitán Mitchel, de 40 cañones y 250 hombres.

La fragata Wager, a las órdenes del capitán Kid, de 28 cañones y 170 hombres.

El pingue Trial, al mando del capitán Murray, de 8 cañones y 100 hombres.

El pingue Ana, de 8 cañones y 100 hombres.

Además iban embarcados 400 soldados de marina.

La tropa de guarnición del Centurion constaba de 129 hombres.

En persecución de aquella escuadra mal aparejada y abastecida, equipada con soldados sacados del hospital de Chelsea y con marineros gastados en la navegación de los mares de la India, el gobierno español despachó, a las órdenes del general José Pizarro, una escuadra compuesta de los siguientes buques:

El navío Asia, de 64 cañones y 700 hombres de tripulación.

El navío Guipúzcoa, de 64 cañones y 700 hombres.

El navío Hermione, de 54 cañones y 500 hombres.

El navío Esperanza, de 50 cañones y 450 hombres.

La fragata Esteban, de 40 cañones y 350 hombres.

Ambas escuadras arribaron casi simultáneamente y sin novedad a las alturas del cabo de Hornos a fines del mes de febrero de 1741.

Pero desde que llegaron al Mar de Drake comenzó para ellas una de las más grandes odiseas de que se conserva recuerdo en los anales de la navegación.

Inmediatamente al oeste del cabo de Hornos la escuadra del general Pizarro fue asaltada por un violento temporal, que dispersó todos sus buques.

El día 7 de marzo de 1741 la escuadra enfrentó otro temporal al noroeste del cabo, con tanta nieve que había constantemente medio metro de ella sobre cubierta.

La furia del viento arrojó los buques hacia el este, y después de muchas tentativas infructuosas para avanzar lo perdido, a mediados de mayo los navíos Asia, Esperanza y San Esteban tuvieron que regresar al Río de la Plata.

El Hermione encontró su fin en aquellos terribles mares, muriendo toda su tripulación.

El Guipúzcoa encalló y se perdió en las costas de Brasil.

Las desgracias que sufrió esta escuadra fueron terribles. A un escorbuto destructor siguió un hambre cruel. Un marinero conservó oculto en su cama por algunos días el cadáver de su hermano con el fin de aprovecharse de la escasísima ración que le tocaba.

Los trabajos duros de la vida en el mar, las enfermedades y el hambre destruyeron la mayor parte de las tripulaciones de la escuadra.

El Asia perdió más de 350 hombres. Lo mismo sucedió con el San Sebastián.

En el Esperanza no sobrevivieron más de 58 tripulantes.

El Guipúzcoa tuvo que arrojar el ancla y parte de su artillería al agua. El 4 de abril ya habían fallecido 250 hombres a bordo. La ración diaria estaba reducida a 45 gramos por individuo, y solo 30 a los que no podían trabajar por encontrarse enfermos.

Era muy frecuente ver caer muertos a los hombres, extenuados de fatiga y hambre. Sólo unos 100 de los 700 hombres de que constaba la tripulación, incluso los oficiales, estaban en estado de trabajar.

El 25 de abril este buque naufragó en la costa de Brasil, a 30 millas al sur de la isla Santa Catalina, teniendo en el acto del naufragio 30 cadáveres sobre cubierta.

De esta arrogante división de buques sólo regresó a España el navío Asia, a los 5 años de su salida. De los demás buques, el navío Hermione fue sepultado en las inmediaciones del cabo de Hornos; el navío Guipúzcoa se estrelló en la costa de Brasil; la fragata San Esteban, habiendo varado en el Río de la Plata, aunque sacada a flote, fue dada por inútil; el navío Esperanza, que logró pasar al Pacífico después de varias tentativas, tuvo que quedase en él por no estar en buen estado para volver a España. Tal fue la suerte que tocó a la escuadra confiada al mando del general Pizarro.

La escuadra de Lord Anson no tuvo mayor fortuna.

La serie de adversidades que la han hecho memorable se inició con el naufragio de la fragata Wager, ocurrido el 14 de mayo de 1741 en el archipiélago Guayaneco, al sur del golfo de Penas.

Días después, el 23 de mayo, el Centurion enfrentó un recio temporal en la costa occidental de Chiloé.

El suceso es consignado en su cuaderno de bitácora: “El 23 de mayo, ya rebasados del cabo de Hornos y próximos a la costa de Chiloé sufrimos un temporal que nos despedazó todas las velas y destrozó mucha maniobra. Como a las ocho de la noche una ola semejante a una montaña reventó en el costado de estribor, dando al buque una sacudida tan violenta, que rompió varios obenques, quedando los palos en gran riesgo por falta de seguridad. Se nos corrió la estiba sobre babor, quedando el Centurion dormido sobre esta banda. La consternación de este lance fue tan grande, esperando zozobrar a cada momento, los balances eran violentísimos y el navío se despedazaba por instantes”
Ante la inminente dispersión de la escuadra, Lord Anson había fijado como punto de reunión la rada de Cumberland (puerto de San Juan Bautista), en la isla Robinson Crusoe del archipiélago Juan Fernández. Los buques que lograron arribar a ésta fueron los navíos Centurion y Gloucester, y las naves menores de la expedición, el Trial y el Ana.


La tripulación del Centurion estaba en tan mal estado a su arribo al archipiélago, por la fatiga, el hambre y el escorbuto, que sólo tenía 40 hombres en estado de maniobrar.

El Trial tuvo de baja 42 y sólo estaban en disposición de hacer servicio su capitán y otros 4 hombres.

El Gloucester llegó un mes después al mismo punto habiendo arrojado al mar a 292 hombres, tal como el Centurion, y solo estaban en estado de maniobrar sus oficiales. Por mucho tiempo la ración de agua de este buque fue de solo medio litro por individuo al día.

El pingue Ana, después de permanecer guarnecido durante varios meses en la isla Inch, en la costa occidental del archipiélago de los Chonos, llegó a Juan Fernández a mediados del mes de junio, en un estado lamentable por su escasez de gente.

El navío Savern y la fragata Pearl no pudieron doblar el cabo de Hornos y tuvieron que volver a las costas de Brasil.

Lord Anson se sirvió de los sobrevivientes para tripular el Centurion, el Gloucester y el Trial, echando a pique el Ana por no haber gente para gobernarlo. El hecho ocurrió el mes de agosto de 1741.

Con la pérdida de la fragata Wager en el archipiélago Guayaneco y el retroceso de la Pearl y del Savern hacia las costas de Brasil, la escuadra de Anson quedaba reducida a 3 naves y 350 hombres.

Recompuestas las tripulaciones en Juan Fernández y reparadas las averías, Lord Anson se lanzó a recorrer las costas del Pacífico hasta México.

El 12 de septiembre el Centurion dio caza al bergantín español Nuestra Señora del Monte Carmelo, capturando de su cargamento 23.000 pesos en dinero, azúcar y aguardiente de Pisco, con lo que se repararon las tripulaciones.

Lord Anson despachó en seguida al Gloucester para que harpiase a las alturas de Paita (Perú), y con el Centurion y el Trial se dirigió a Valparaíso en busca de presas.

El 24 del mismo mes apresó al Aranzazu, buque de 600 toneladas que procedía del Callao con cargamento de 25.000 pesos plata y otros artículos análogos al del Nuestra Señora del Monte Carmelo.

Anson puso después proa al norte para unirse con el Gloucester, pero antes apresó al navío Santa Teresa de Jesús.

Después de ejecutar estas depredaciones, se dirigió a las costas mexicanas, y echando a pique al Gloucester y al Trial, por falta de tripulación, regresó a Inglaterra llevando a bordo del Centurion las cuantiosas riquezas de que se había apoderado.

De ambas escuadras sólo regresaron el Asia a los puertos de España y el Centurion a los de Inglaterra, las dos naves capitanas, sin haberse encontrado nunca.
Pero volvamos a la fragata Wager.

Después de sufrir todas las peripecias que hubo de experimentar la escuadra de que formaba parte y de salvar el cabo de Hornos, esta fragata tuvo que sufrir además nuevos temporales en el océano Pacífico, sobre las costas occidentales de la Patagonia, y llena de averías, encalló en la mañana del 14 de mayo de 1741, un poco antes del amanecer, en la costa norte del archipiélago Guayaneco.

El casco de la fragata se mantuvo a flote, apoyado en las mismas rocas en que había encallado. Al amanecer pudo desembarcar la tripulación y salvar parte de los víveres y la carga, con mucha dificultad a causa de la fuerza del mar. Con las velas y los fragmentos de la fragata los náufragos construyeron tiendas de campaña para resguardarse de la inclemencia de la estación invernal en la que se hallaban, y a poner a cubierto los víveres y la carga, en una región donde las lluvias pueden alcanzar los 7.000 milímetros anuales.

Los náufragos también pudieron salvar la lancha y los botes del buque, con los cuales el capitán David Cheap se propuso seguir al norte, atrapar algún buque español del cabotaje y reunirse en seguida con Lord Anson, que suponía en el archipiélago de Juan Fernández.

Pero la desmoralización de los náufragos no tardó en producirse y la rebelión estalló encabezada por el artillero John Bulkely, protestando contra los propósitos del capitán.

Bulkely proponía volver atrás, correr por el estrecho de Magallanes, dirigirse a las costas de Brasil y buscar en ellas los medios para regresar a Europa.

Pero como el capitán Cheap, con su fuerte carácter, se mantuviera firme en su propósito, el día nueve de octubre estalló el motín, apoyado por 81 hombres de los 92 a que estaba reducida la tripulación de la Wager.

Cheap fue reducido a prisión y los amotinados comenzaron sus aprestos para la vuelta a Brasil.

El 13 de octubre emprendieron su regreso en tres embarcaciones sin puentes.

El viaje de estos hombres es una de las más aventuradas odiseas de la historia de la navegación.

Sin víveres, en barcas en mal estado, y alimentándose a su paso con los perros de los indígenas, llegaron a Brasil después de ocho meses de luchas y sufrimientos increíbles.

La historia de esta travesía es narrada por Bulkeley y Cummins en A voyage to the south-seas in the years 1740-41. Un ejemplar de su primera edición se conserva en la Sala Medina de la Biblioteca Nacional.

Una de estas embarcaciones, en que iban el guardiamarina John Byron y 9 hombres, abandonó a los amotinados a poco avanzar y regresó al archipiélago Guayaneco para unirse al capitán Cheap.

En Guayanecos, isla que hoy lleva el nombre de Wager, quedaron finalmente el capitán Cheap, el teniente Hamilton, el cirujano Elliot, los 9 hombres que conducía Byron y otros 7 que anteriormente se habían dispersado entre las islas.

El tiempo fue tan crudo durante el mes de noviembre, que sólo pudieron emprender viaje rumbo a Chiloé a principios de diciembre, con los dos botes de que disponían.

La desmoralización entre los marineros fue completa ante sus reiterados fracasos por superar la península de Taitao y comunicar con el archipiélago de los Chonos, y la crudeza del clima, los sufrimientos, el hambre y las enfermedades, terminaron por reducir los náufragos a sólo el capitán Cheap, el teniente Hamilton y los guardiamarinas Campbell y Byron.

El cirujano Elliot sucumbió en una isla del norte del golfo de Penas, que lleva el nombre de Cirujano en las actuales cartas hidrográficas, nombre que se lo impuso el capitán Robert Fitz-Roy.

Con la ayuda de los kaweshkar y chonos, los cuatro sobrevivientes llegaron en canoas a Chiloé a mediados de junio de 1742, entregándose prisioneros a los españoles.

Luego de permanecer ocho meses en la ciudad de Castro, fueron conducidos por mar a Valparaíso y después a Santiago, donde fueron recibidos por el gobernador José Antonio Manso de Velasco. Sólo en diciembre de 1744 se les permitió volver a Europa.

La odisea de la fragata Wager ha sido ampliamente divulgada hasta la actualidad en el relato de Richard Walter, cronista de la circunnavegación al globo de Lord Anson, y principalmente en las narraciones de John Byron, John Young, Alexander Campbell, Isaac Morris, John Bulkeley y John Cummins, todos sobrevivientes de la Wager.

Ejemplo de ello es la traducción al español y publicación en Argentina del relato de Morris en 2005. También el de Byron, por largo tiempo uno de los textos más populares del público británico, ha sido traducido a varios idiomas y continúa reeditándose hasta la actualidad.

La última edición en inglés fue publicada bajo el título "The Loss of the Wager" en 2004, a continuación del relato de Bulkeley y Cummins, y en 1996 se reeditó una versión en español con el título "Naufragio en las costas Patagónicas". Este relato está incluido en la Colección UNESCO de obras representativas.

La literatura moderna ha recogido esta historia en obras como "Byron of the Wager" de Peter Shankland, y más recientemente, en "The Unknown Shore" de Patrick O´Brian, trabajo histórico que constituye la base de las novelas de la exitosa serie Aubrey/Maturin, llevadas al cine en "Master and Commander. The Far Side of the World" (film exhibido en Chile con el título "Capitán de Mar y Guerra. La costa más lejana del mundo").

Pero la historia de la Wager no termina con el regreso de los náufragos a Inglaterra.

Siendo Virrey del Perú, el mismo Manso de Velasco, en una carta que envió al Marqués de la Ensenada, relata que en la época en que se desempeñaba como Gobernador y Capitán General del Reino de Chile fue consultado por el Gobernador de Chiloé, don José Victorino Martínez de Tineo, sobre la conveniencia de recoger la artillería de la Wager para usarla en los fuertes de la provincia bajo su administración.

La respuesta fue favorable.

La diligencia se encargó al entonces Alférez de Infantería del fuerte de Calbuco don Mateo Abraham Edward.

A principios de 1744 zarpó Edward de Chacao con once piraguas, ciento sesenta hombres y víveres para seis meses.

Navegó por el levante del archipiélago de los Chonos hasta la laguna San Rafael, donde desarmó las piraguas para portearlas por piezas hasta el río San Tadeo, distante a cinco cuartos de legua.

Sobre el istmo de Ofqui, en una cumbre ubicada a 80 varas de elevación que denominó Quelhue, levantó la capilla y el fortín de Nuestra Señora de Mercedes.

Con las piraguas vueltas a ensamblar descendió el San Tadeo y cruzó el golfo de Penas hasta la isla de Guayaneco, hoy isla Wager, dando fondo en una caleta abrigada del viento oeste que mira al sudoeste, donde acuarteló, construyendo dos fortines.

Después de sacar la artillería recorrió la boca del canal Messier, donde descubrió a los indios caucahues.

El Padre Pedro Flores, sacerdote jesuita que lo acompañaba, convirtió a varios de ellos y los condujo a Chiloé.

Retornó a Chacao, concluyendo su misión sin desgracias que lamentar.

Por falta de víveres y a fin de facilitar una futura acción para recoger las especies rezagadas, dejó cuatro de las once piraguas en un lugar por donde forzosamente habrían de pasar las futuras expediciones a Guayaneco.
Los efectos colectados por Edward fueron “catorce cañones, diez de fierro de calibre seis y cuatro de bronce calibre de a tres, un anclote de seis quintales, un yunque de más de dos quintales, ciento trece balas de cañón, mil y más balas de fusil, dos piezas de plomo gruesas, tres calderos de bronce, inútiles, que se aprovecharon en cucharas y guarnecer el muñonaje de la artillería, sobrando una caldera y un pedazo, dos quintales tres arrobas de fierro, en los cuales se incluye una bigornia y veinte libras de acero”. Los cañones de bronce provocaron la admiración del Gobernador de Chiloé.

Se reporta que “por lo incómodo de las piraguas no fue posible transportar catorce cañones, el fierro que venía por lastre, cables y más jarcias, con muchas anclas, habiendo dejado dos en la playa, que privó de conducir su tamaño”.

En vista de ello Martínez de Tineo dictó un bando prohibiendo pasar por el sitio del naufragio en tanto no se enviara una expedición para terminar de recoger las especies.

Los cañones rescatados sirvieron para duplicar el número de piezas del fuerte de Chacao, plaza que protegía la entrada a Chiloé y que por entonces era la defensa más importante de la isla.

Edward se sirvió de sus viajes a Guayaneco y a la isla de Tenquehuen para levantar un plano general de toda la Provincia de Chiloé.



El Virrey Manso de Velasco remitió dos copias de este trabajo al soberano español en diciembre de 1750.

Los jesuitas se propusieron extender su labor misionera hacia las regiones donde el Alférez Edward había descubierto a los caucahues, a objeto de “llevar las voces del Evangelio por todas las costas de Chile hasta el Estrecho de Magallanes.”

Al efecto el Padre Juan Nepomuseno Walter, Procurador de la Provincia Chilena de la Compañía de Jesús, elaboró un plan de conquista misionera del sur insular y continental a ambos lados de la cordillera que proponía, entre otros ambiciosos proyectos, la fundación de una misión en la isla de Kailyn para atender a los caucahues que redujo Edward y realizar expediciones anuales al sur en demanda de gentiles.

El plan fue aprobado por el Gobernador del Reino don Antonio Guill y Gonzaga, fundándose la misión el 12 de julio de 1764, con una dotación de dos misioneros.

Hasta su interrupción en 1767, año en que los jesuitas son expulsados de América, la misión emprendió tres expediciones hacia los archipiélagos y tierra firme ubicados al sur de Chiloé. Las tres reconocieron los parajes donde naufragó la Wager.

La primera, que por consejo del gobernador de Chiloé se realizó sin la asistencia de misioneros, fue una avanzada de caucahues que viajó en dos piraguas a reconocer el camino a Guayaneco. Fue despachada a cuatro meses de haberse fundado la misión, regresando al cabo de seis con un número indeterminado de neófitos.

Meses más tarde salió el P. José García Alsué con cinco piraguas y una tripulación de cinco españoles y treinticuatro caucahues, inclusos los que participaron en el primer viaje, esta vez sirviendo de prácticos.

En su diario de viaje anota que el 13 de diciembre de 1766 llegó “al puerto de Feumaterigua, en donde se partió el navío inglés por el año 1740”, observando que “el alojamiento es pampa sin monte alto, y parece bueno para cementeras y papas. Bastantes señas hay del navío perdido y de los muchos ingleses que allí murieron.”

La tercera expedición, encomendada al P. Juan Vicuña, salió de Kailyn el 12 de diciembre de 1767, un día antes de que se notificara en la misión el decreto de extrañamiento de la Compañía de Jesús.

Según testimonia el Alférez Pedro Mansilla, el P. Vicuña llegó a Guayaneco en febrero de 1768.

A su regreso, poco antes del 26 de marzo de 1768, tuvo el triste desenlace de naufragar y perecer en las vecindades del istmo de Ofqui, junto a otras nueve personas.

El hecho marcaría el fin de la misión austral de los jesuitas en el siglo XVIII
Fuente: La Segunda - Blog Deportes

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